Parte 1

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Los personajes de Soul Eater no me pertenecen, son creación única del maestro Atsushi Okubo.

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—¡¡¡MAAAAAAAAKAAAAAA...! —el cántico había dado comienzo junto con la exagerada muestra de fuerza que jamás pensó que ella podría poseer, arrancando literalmente el librero de pulcra y pulida caoba recién comprado lleno de peligrosos ejemplares de enciclopedias sobre «El arte de ver almas» con más de 1000 hojas cada una.

Dicen que los gatos son vengativos cuando haces algo que a ellos no les agrada en lo más mínimo; lo que resulta en devolverte el no-favor ignorándote o destrozando lo que para ti es importante.

Ejemplos de casos como esos está el hacerle más caso a los perros, no ceder a sus intentos de hacerse notar con arrumacos y llamarles la atención cuando están arañando las cortinas, sillones o almohadas. Aunque; lo cierto es que lo que más les enoja, lo que más odio les causa generando un profundo rencor que los convierte en bestias desastrosas y cegados por la ira... es el hecho de... olvidar comprar la oferta de Salmón especial del Death Mall.

Lo anterior se quintuplica si el gato en cuestión es... una gata, loca exuberante y pervertida y, además... bruja.

Soul juraría jamás volver a olvidar algo tan importante para la siempre «ocupada» mascota no grata que tenían en el Departamento. Claro, eso es si sobrevive al inminente peligro que su vida corre en manos de nada más ni nada menos que su técnico. Salir vivo de Blair no era tan difícil, Evans ya conocía gran parte de sus mañas por lo que de alguna forma saldría victorioso –con menos litros de sangre tal vez pero vivo–.

Sin embargo, sobrevivir a la furia desmedida de Maka, era otra cosa. Estúpida Blair que la usó para llevar a cabo su venganza retorcida.

—¡¡M-MA-MA-MA KA POR FAVOR HABLEMOS CON CALMA!! —suplicaba el chico recluido en una esquina de la casa, tomando como única arma una lámpara fundida, en vano intento de defenderse de su técnico que irónicamente era rodeada por un aura maligna. Incluso juraba ver las chispas de fuego saltando con gráciles movimientos hacia el resto de la sala.

—¡¡¡¡...CHOOOOOOOOP!!!

¡K.O!

Pero... ¿Cómo la situación había terminado así? ¿Por qué Soul acabaría un par de semanas en la enfermería de Shibusen con Stein intentando experimentar con él mientras está inconsciente? ¿Qué es lo que ocasionaría el mal humor de Maka y las risas de Blair cada que visiten al albino? ¿Y por qué ninguno de los chicos volvería a ver a su amiga de la misma forma sufriendo serias amenazas de un derrame nasal?

Pues bien, todo había comenzado la mañana anterior, antes de ir clases...

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Era otro día normal en Death City; normal en la vida de las acostumbradas anormalidades que se suscitaban en el camino de cada una de las personas que tenían alguna relación con la afamada escuela de Técnicos y Armas de Shinigami.

El equipo Albarn, no era la excepción. Todos los días llevaban a cabo un cierto ritual con tal rigurosidad de cumplimiento que si algo fallaba, bien podría descubrirse una bomba nuclear en la escuela, escondida en lo más recóndito de tal forma que cuando se dieran cuenta de su existencia, ya todo habría volado en pedazos, grandes y simétricos por cierto. Tanto así era, de verdad.

El rito comenzaba a muy temprana hora, con una somnolienta Maka despertando de sus escasas 3 horas de sueño por haberse quedado despierta hasta tarde, estudiando para un examen sorpresa que su flequillo de la frente le avisaba por las noches. Era como un séptimo sentido –el sexto era saber el justo momento y ángulo perfecto para lanzar un Maka-chop fulminante–, y obviamente no podía dejar que un 10 ideal se le fuera de las manos por necesidades banales como el sueño cuando no había misiones.

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