II

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—Deberías superarlo de una vez por todas Daph, ha pasado un año, no tienes noticias, ya acabó.

—Cada mes me envían dinero, siempre de un lugar diferente solo ella sabe mi dirección, solo... estoy segura de que sigue ahí.

—Claro, te deja totalmente sola sin ninguna información sobre su paradero, pero ¡Hey! paga la renta.

Daphne la miró cansada.

—Clarisse, solo dejemos ya el tema, ¿sí?

Al ver la cara de su amiga simplemente se resignó dar un soplido y beber de nuevo su té, no soportaba ver a Daphne así, no podía, habían estado toda una vida juntas, conociéndola más a ella de lo que se podía conocer a sí misma, y viceversa. El hecho de verla con un aura de pura soledad, tristeza y desolación le destrozaba el alma.

Daphne por otro lado se alegraba de esas reuniones con su vieja amiga, cuyo cabello seguía tan largo y ondulado como siempre, amarrado en una cola alta, y con la ropa más casual que pudo conseguir. Se sentía aliviada de que su relación no había cambiado a pesar de la distancia, al reunirse en la cafetería de siempre y ponerse al día, el tiempo que estuvieron separadas no existía.

—Entonces —Clarisse empezó de nuevo, carraspeando un poco—, ¿qué has hecho además de lamentarte día a día?

Daphne arqueó una ceja.

—Nada nuevo, ir al trabajo, ejercicio en casa, clases de cocina, esas cosas —tomó una pausa— ¿y tú? además de negarte a confesar tu amor secreto de años, que por cierto viene justo para acá —La cara de Clarisse se puso tan roja como un tomate, pintando incluso sus pecas—, y que además, pronto se va a alejar aún más de ti.

—¿Hablaremos otra vez de personas que se alejan, Daph?

Ambas compartían la mirada más filosa que ambas pudieron hacer, tenían la manía de molestarse cada que pudiesen.

—Yo también quiero hablar, ¿de qué hablan?— La voz de Sarah, tan juguetona como siempre, se escuchó al costado de ambas, haciendo que Clarisse se pusiera rígida y sacara en Daphne una media sonrisa de victoria.

La morena se sentó al lado de Clarisse, brindándoles una brillante sonrisa a ambas chicas.

—Llegas tarde —dijo la rubia bebiendo el último sorbo de té y mostrándole la taza.

—Lo sé, lo sé, pero tengo mis razones —comentó con algo de picardía

Clarisse estaba curiosa.

—¿Cómo cuáles?

—Pues hemm, verán —carraspeó un poco, estaba algo avergonzada, tomó aire, se puso sería y sacó de su regazo la mano que había estado ocultando desde que llegó— ¡Tadah!

Daphne y Clarisse miraron asombradas el anillo de compromiso tan brillante en el dedo de su muy feliz y avergonzada amiga.

Clarisse seguía con los ojos como platos

—Creí... creí que no iba a dártelo tan pronto —preguntó con incredulidad.

—¡Pues yo tampoco! me dijo que no podía esperar más, así que ayer, en un hermoso paseo por la playa, simplemente lo hizo —Sarah parecía recordar el momento con dulzura—, tenían que verlo, estaba tan nervioso, fue adorable —sonrió— ¿Y? ¿Qué piensan?

Clarisse se apresuró a hablar.

—¿No crees que es un poco pronto? Digo, lo conoces solo desde hace un año, ¿y ahora se casan?

—Podrías estar un poco feliz por mí, Clarisse —Sarah se dirigió hacia la nombrada— Sé que él no te cae de mil maravillas, pero yo lo amo, ¿no puede ser eso suficiente? —la cara que ponía la destrozaba por dentro, no se sentía feliz, pero no quería arruinar ese momento.

Gardenias (Girls love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora