Capítulo 1

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— Hinata… — Escuché de forma lejana, como un eco en mis memorias que se propagaba por mi ser y me hacía estremecer de dolor, pero no sabía porque… Estaba muerta ¿no? Y en la infinidad de la oscuridad ¿Así que por qué sentía aquello? — Hinata — Otra vez aquella voz me llamaba, esta vez más cercana y clara.

Algo me decía que conocía al propietario de esa voz, pero no lograba reconocerla del todo, era como si todo estuviera pasando lentamente por mi cabeza, y no conseguía hacer que funcionaran mis memorias, lo único que parecía estar perfectamente normal era la tristeza que me embargaba, y con ella un profundo dolor, que se sentía como si me hubieran herido profundamente, dañándome de forma irreparable. — Hinata , hijo… — Esa voz de nuevo… ¿Qué quería? ¿Me habia, dicho hijo?No podía terminar de escuchar sus palabras del todo, pero algo en mi alma la añoraba, como si fuera a encontrar refugio y consuelo en ella, pero ¿Realmente podía? ¿Acaso yo no estaba muerta?

— Cielo, es hora de levantarse — Esta vez sus palabras sonaron tan fuertes, que el eco que las acompañaba parecía haberse ido casi del todo, pero a esto no le di mucha importancia, lo que hizo que reaccionara fue la última palabra ¿Acaso había dicho…levantarme? Cuando pensé en esto las sensaciones comenzaron a embargarme, primero que todo me sentía como si me hubiera rotos todos los huesos, sentía como si estuviese en un charco de mi propia sangre.

. — Hinata Despierta — Estas últimas palabras fueron como la ventana que dejó entrar la luz a mi mundo oscuro; entonces como si siempre hubiera podido hacerlo, abrí los ojos, unos que pensé que ya no poseía.

Me demoré unos instantes para acostumbrarme a la luz que entraba en el lugar y lograr enfocar mi mirada, pero cuando lo hice me encontré en una lugar desconocido, una habitación pequeña pero acogedora con algunos kunai tirados por el suelo. 

Pero por alguna razón sentía esta habitación muy familiar.
Traté de hacer memoria de lo último que había hecho, y luego de unos momentos de estar pensando lo recordé — ¡Sasuke -san! — Solté en un grito interno, que hizo que la adrenalina corriera por mi cuerpo, haciéndome levatar rápidamente en mi lugar provocando que me callera de la cama.

— Tranquila jovencito, no es para que saltes de la cama puede ser perjudicial para tu salud — Miré a mi derecha, que era el lugar del provenía esa voz donde vi la puerta una figura fenenina y me quedé estática sin saber que hacer— Ya que por fin estas despierto, entonces te informo que es momento de ir a desayunar, recuerda que tu padre va a comenzar tu entrenamiento.... Mi bebé ya va a tener cuatro años como pasa el tiempo — La mujer que estaba en la puerta se fue.

— ¿- Desayunar? — Interrogué insegura, pero la figura se fue. Parpadeé un tanto confundida por lo que acababa de escuchar ¿Acaso dijo cuatro años? ¡Pero… hacía tan solo unos instantes yo estaba en mis 37! ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Regresé en el tiempo? ¿Estaba soñando? La última opción era tentadora de creer, pero por algún motivo mi instinto me decía que no estaba durmiendo ¿Entonces un genjutsu? No lo creía, no reconocía la familiar sensación de chakra invasivo en mí sistema, — Hinata el desayuno se enfria

Con muchas más incógnitas en mi cabeza de las que alguna vez pensé tener, iniciando por los hechos más evidentes a mi alrededor y los que desde que había despertado rondaban en mi mente, pero uno prevalecía con mayor fuerza ¿Qué era lo que había pasado en ese lugar? ¿Qué era lo que me había pasado a mí? Me quedé reflexionando, tratando de encontrar la respuesta de todo ese enredo, pensando en los hechos y en las últimas sensaciones que tuve antes de despertar.

Hinata vio sus manos más pequeñas, y sus preguntas aumentaron, se levantó y se fue hacia el espejo de su habitación y lo que vio la dejo perpleja.

La mirada que le devolvía el espejo, era la de un infantes  de 3 años 4 máximo, de ojos hyuugas  y pelo negro azulado el cual le llegaba por debajo de los hombros.En su frente se podía ver el sello de pájaro enjaulado.

Pero eso no fue la que la dejo perpleja, si no que no era un niña, si no un niño.

La flor de loto marchita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora