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"¿Una cena? ¿Una cena en casa y no me avisaron?"

Era la hora del almuerzo y se encontraban los tres en el comedor. Su padre, Franco, se sentaba en la cabecera de la mesa como siempre, su madre, Lilia, a su derecha y él a su izquierda, un poco alejado pero no lo suficiente como para que su padre lo notara.

"Si, deja de llorar por eso. Tengo que resolver algunos asuntos y era la mejor opción." Franco habló.

"¿Y por eso tienen que venir mis amigos?"

"No es de tu incumbencia. Es mi casa y hago lo que yo quiero. Si quiero invitar al mismísimo rey lo hago, y tu no eres nadie para decirme que puedo o no hacer."

"¿Alguien quiere más puré?" su madre preguntó, auque parecía que lo hacía para aligerar la tensión que se había creado en el cuarto.

Dante negó. Se encontraba ya enojado. Parecía que su padre hacia las cosas para siempre dejarlo afuera de todo. Era como si no existiera y en vez de tratarlo como un joven de veintitantos, lo hacía sentir un niño caprichoso. La culpa siempre recaía en él, incluso cuando en la mayoría de los casos no hacia nada.

Después de una comida silenciosa, Dante se dirigió a su habitación. Agarró el libro de escondía debajo del colchón  y se recostó en la cama. Se encontraba releyendo Burning Flowers, una novela que había comprado en su último viaje el invierno pasado a Inglaterra.

Se trataba de una historia de amor entre dos soldados de guerra Michael y Noah. Los jóvenes debían mantener su amor escondido por obvias razones. Estaba redactado de una manera perfecta, y cada palabra parecía estar donde debía.

El libro era como su pequeño secreto. Nadie sabía que lo tenía, y siempre que salía trataba de dejarlo lo más escondido posible en caso de que alguien entrará a su habitación y lo encontrara. No era que Dante fuera gay, era imposible que eso pasara, simplemente se encontraba cautivado por la historia de amor. La pasión y el fuego que esas páginas contenían.

Cada vez que lo releia no podía evitar pensar si alguna vez encontraría a una chica que lo amara así. Si se atrevería a dejar y arriesgar todo por estar con él. O si alguna vez él se sentiría tan consumido por el amor como los personajes en la historia relataban. No lo creía.

Debieron pasar horas, Dante ni si quiera se había dado cuenta. Se hubiera quedado toda la noche allí también si no hubiera sido por su madre que tocó suavemente la puerta y asomó su cabeza.

"Cariño, los invitados están por llegar. ¿Quieres prepararte?"

"Si, en seguida bajo."

Luego de que su madre se retirara, se levantó y desperezó. Su cuerpo dolía por la mala posición en la que había pasado horas.

Se dirigió al baño y decidió tomar una ducha. Por más que no le gustara estar rodeado de personas, sabía que no tenía opción. Su padre no lo dejaría quedarse allí ni por más que estuviera enfermo.
El agua caliente parecía relajar su cuerpo. Cada tensión acumulada a lo largo del día -Malva, su padre, la cena- parecía relajarse.

Caminó hasta el placard y buscó algo que ponerse. No sabía que usar. Todo le parecía o demasiado elegante o demasiado informal.
Finalmente se decidió por unos jeans y una camisa blanca. Una decisión segura.

Bajo por las escaleras en el momento justo que alguien tocó la puerta.

"¡Yo atiendo!" Gritó antes de dirigirse hacia la entrada. Abrió la puerta y pudo ver a Ennio con una fuente de comida. Vestía con un pantalón negro y una camisa mangas cortas negra también. Detrás de él estaba el Comisario y Marga, su esposa. El comisario iba de traje y Marga llevaba un hermoso pero sencillo vestido rojo. Sus ojos azules resultaban con ese color.

El Verano De 1967Donde viven las historias. Descúbrelo ahora