El Verano De 1967

cuatro

La mañana había transcurrido con tranquilidad. Todos parecían metidos en sus propios asuntos, demasiados absortos en estos para si quiera notar lo que Dante hacía.

Se había levantado sólo para desayunar y ahora se encontraba leyendo Burning Flowers en su cama. Era el momento más crítico del libro, y aunque ya lo había leído un montón de veces, seguía teniendo la emoción de siempre.
El sargento se había enterado del amor de los dos chicos y los estaban llevando a campo libre para matarlos. Sus propios 'amigos' a los cuales el protagonista había salvado mil veces en campo de batalla, lo arrastraban para ponerle un tiro en la cabeza.

Dante se sentía cada vez más atrapado por la historia. Ya hacia rato había dejado de escuchar a su alrededor, ni siquiera era consciente que leía. Era como si él mismo estuviera ahí viendo todo. Presenciando el dolor de ambos, viendo sus cuerpos temblar y su respiración dificultosa.

El amigo del chico lo dejo tirado en el pasto, junto a él amor de su vida. Caminó unos pasos hacia atrás y levantó su arma. La acercó a su cara y miró por la mirilla. El llanto de ambos era audible y a pesar de todo se agarraron de las manos.

Se prometieron encontrarse en otras vidas si era necesario. Se prometieron buscarse eternamente hasta que sus almas y cuerpos se volvieran a unir y poder vivir lo que sentían. Lentamente, el seguro del arma fue retirado. El comisario acercó su dedo al gatillo, ya dispuesto a disparar. Los sollozos eran más audible que antes. Apretó lentamente y-  Dante se removió de un salto cuando golpearon la puerta. Su corazón latía rápidamente como su hubiera sido él propio disparo.

Del otro lado de la puerta alguien gritaba, pero todavía Dante no había sacado el libro de su cabeza como para oir. Cuando prestó atención su madre ya estaba terminando la oración y sólo pudo entender 'puerta' por lo que supuso  que lo mejor era bajar.

Escondió el libro bajo el colchón y se puso las zapatillas. No necesitaba cambiarse, lo había hecho esta mañana y todavía se veía presentable. Caminó lentamente hacía el comedor y cuando llegó al recibidor pudo escuchar una grave voz.

"¿Está segura, señora? No quiero ser una molestia."

"Oh, claro que no, no digas tonterías. Ya le he pedido a Dante que baje y cuando- ¡Dante, ahi estas!" Exclamó Lilia cuando lo vio.

Alessandro estaba parado en la puerta con un aire nervioso. Su pelo se veía increíble. Parecía mas rojo con la luz y los rulos estaban suavemente acomodados. Vestía un pantalón largo color caqui con una remera blanca que le quedaba  floja, como si fuera dos talles más grande que él. Estaba hermoso. Dante pudo notar como su respiración se atoraba en el pecho.

"Los tíos de Alessandro han tenido que salir pero él se quedó. Lo han dejado aquí para que no se quede sólo en la casa aburrido. Deberían ir ver el pueblo, es pequeño pero tiene sus encantos." Había logrado decir todo eso con una sonrisa.

"De todos modos no es necesario. Nicca me ha obligado a tocar pero si están ocupados o tienen algo mejor que hacer me lo dicen. Estoy perfectamente llendome a casa."

"No eres ninguna molestia cariño. Dante ama dar paseos por aquí, le vendrá bien tomar un poco de aire ¿no?" Dante sabía que bajo su fechada de amabilidad lo estaba obligando a ir, incluso si no quería.

"Um, si. No es ninguna molestia." Dijo. De todos modos no tenía opción, si rechazaba sabía que su madre le sacaría los ojos con una cuchara.

"¡Perfecto! Ahora vayan antes de que baje el sol." Su madre prácticamente lo empujó por la puerta.

Dante empezó a caminar lentamente sabiendo que probablemente Alessandro estaba detrás de él. El silencio reino el camino, solo el sonido de sus zapatillas golpeando contra el pavimento daba indicio de que alguien estaba ahi. No era que no quería hablar, simplemente no sabía de qué ¿De qué se supone que debes hablar con alguien que recién conoces? Pero Alessandro parecía que no pensaba demasiado esas cosas y fue él el primero que rompió el silencio.