capítulo 2

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Luego de la jornada de trabajo, Katsuki se dirigió camino a casa. Estaba cansado, muy cansado. El estrés lo carcomía por dentro, las ojeras en su rostro resaltaban en contraste a su blanquecina piel. Sus cabellos, aún más desordenados de lo normal y un humor que daría miedo hasta al mismísimo Satán.

Una vez llegó a su casa, ni siquiera comió. Lo único que hizo fue ir al baño para darse una ducha de agua fría para relajar un poco su cuerpo y mente.

Se desvistió, dejando su ropa sucia en un canasto. Una vez que el chorro de agua fría chocó con su cuerpo, al no estar acostumbrado, sus vellos se erizaron y pegó un  pequeño brinco al sentir el agua recorrer su espalda. Giraba de vez en cuando para que todo su cuerpo se acostumbrase, y así poder comenzar a lavar su cabello. Dejaba que el agua pasara por sus pectorales, abdominales, fornida espalda y que cayera finalmente por su parte inferior.

En el momento en el que ya no sentía mucho la fría temperatura del agua, tomó shampoo y se lo colocó en el cabello. Rascó y masajeo hasta que no había rastros del mismo en su pelo. Procedió con la crema de enjuague, e hizo el mismo procedimiento. Luego talló su cuerpo con el jabón disfrutando lo suave que quedaba su piel luego de que el jabón se diluía por el agua.

Una vez acabó, salió del baño, secó su cuerpo y se vistió con un simple pijama.

A la mañana siguiente debería de reunirse con el mocoso nuevo. No sabía dónde demonios era el lugar, así que debía levantarse temprano para hecharle una ojeada a los datos que tenía en el informe.

Prácticamente lanzándose a su cama, quedó profundamente dormido. Tanto que olvidó ponerse la alarma para despertarse.
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Se despertó por el molesto sol que se adentraba por sus cortinas, chocando en justamente su rostro. Unos segundos después abrió los ojos con rapidez mirando el despertador en su mesilla de luz.

8:49am. Oh, mierda. Se levantó prácticamente volando, corrió por su uniforme. Miró su teléfono y marcó rápidamente en la pantalla abriendo sus mensajes. El e-mail que debía enviarle Yagi era de las 7:45am. Estaba muerto.

La reunión era a las 9:00am, al frente del jardín infantil, en la salida de este. Debía apresurarse, Katsuki no era de las personas que llegaba tarde, o más bien, ese era el historial que aún quería mantener.

Tomó las llaves de su auto, sin desayunar, sin lavarse la cara ni los dientes, además de que tampoco se había arreglado el cabello. Porque por más que no se notara realmente, sí, se arreglaba el cabello.

Bajó las escaleras de su apartamento, ya que el puto ascensor estaba lleno de gente y tardó demasiado en llegar.

Bajaba de a dos escalones y prácticamente corriendo, lo único que tenía de equilibrio y lo que no le permitía caerse era el barandal de las escaleras.

Una vez llegó, encendió el auto y abrió la puerta con fuerza. Se puso el cinturón y activó el Google Maps del auto. Puso la dirección y tomó el camino, abrió la guantera agarrando su enjuague bucal para escupirlo en una botella de plástico vacía.

Por más que quisiera acelerar para no llegar tarde, no podía hacerlo. Era muy peligroso. Y habían varios hijos de puta que se pasan el amarillo o muy de vez en cuando el rojo. Como le gustaría recordar sus caras para poder darles una maldita multa y enseñarles desde cero como rayos se debía manejar. Pese a que hay cámaras por toda la cuidad, duda mucho que el personal se tome el tiempo de revisar todas las malditas caras de imbéciles que se pasan los semáforos. Pese a que es su trabajo, sabe muy bien que los malnacidos no se esfuerzan ni un poco en hacer bien las cosas.

Manejó a un ritmo tranquilo, si se apuraba lo más probable era que se atrasaría. Una vez en frente del jardín de infantes, desabrochó su cinturón y tomó su maletín.

《El Misterioso Caso Del Niño De Ojos Verdes》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora