Capítulo Cuatro

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-¿Terry? ¿Terry Granchester?- El actor y su acompañante hicieron a un lado el menú del restaurant italiano en el que se encontraban.

​Terry se levantó para saludar de un abrazo a su amigo de la adolescencia y a su esposa con una venia. Le alegraba verlo después de casi dos años. Sabía que le debía una explicación y por lo que le había contado Candy acerca de lo que había hecho por ellos después de su segunda separación, tenía duda si ese encuentro era producto de la casualidad o no. Le pediría concertar una cita con él a solas para disculparse de la forma tan abrupta de haber dejado a Candy sin hablar con Albert para disolver la relación con la formalidad que exigía hacerlo, él como todo un caballero, le había pedir permiso para poder cortejar a la rubia con la intención de comprometerse y casarse, pero, por la impresión inconcebible e inexplicable de ver llegar a otro hombre a su departamento en una hora no apropiada prefirió irse al ver la reacción inescrutable de la persona a la que toda su vida había confiado y amado.

​El castaño corrió la silla de su acompañante para poder presentarlos. -Albert, Patty, les presento a mi hermana Joan, duquesa de Kent. Me ha pedido ser parte de su tour para conocer las maravillas de las antiguas tierras inglesas.- -Un gusto conocerlos, Joan Granchester. Terry no me cuenta de su vida, me alegra saber que tiene amigos, eso significa que sus amigos también son mis amigos. ¡Qué mal educada!- La mujer se sonrojó por la familiaridad con qué les hablaba sin siquiera haberlos invitado a compartir la mesa. -Terry, me haces pasar vergüenzas. Por favor, acompáñennos a comer.- Patty no cabía de su asombro, ella en su momento tuvo la oportunidad de conocerla, a los pocos días que Candy abandonara el Colegio San Pablo, Joan y su hermano habían ingresado a esa prestigiosa institución,  ocupando ambos la habitación que fueron de Candy y Terry. Los dos eran odiosos y caprichosos. Patricia O'Brien compartió pocas clases con "la hija de un noble" como se hacía llamar, por lo tanto, su círculo de amistades era muy reducido, es decir, tenían que ser miembros de la aristocracia. La esposa de William se preguntaba qué le había hecho cambiar su forma de ser. -Será un gusto compartir mesa con ustedes- Patricia pestañeó y esbozó una gran sonrisa para su esposo. William no se podía negar, por alguna razón Patty había cambiado el plan original.

​En lo que esperaban los platillos que habían ordenado, Joan comenzó la conversación. -Lo que se dice y se lee de América no es nada al estar presente en este bello lugar, incluso, culturalmente, considero que están muy adelantados a su época, no sé qué hubiera dado por un poco de libertad, es por eso por lo que estoy aquí, mientras mi esposo hace algunos acuerdos comerciales entre ambas naciones yo aprovecho el tiempo sin preocuparme del protocolo...- Terry comenzaba a sentirse incómodo, intuía la intención de su media hermana. Tuvieron una conversación amena, las damas se entendieron bien. Acordaron verse al día siguiente, irían de compras mientras los caballeros las esperarían en una discreta cafetería. En ese lugar, los dos amigos hablaron de un pasado algo doloroso.

​-...Terry, conoces el buen corazón de Candy, cuando me platicó lo sucedido no podía creerlo, fue muy discreta en esa relación. Ella te esperaba en silencio, y al no ver tu regreso decidió darse una oportunidad, pero no pudo conseguirlo. ¿Sabes? Ella cambió radicalmente cuando estaban juntos, toda ella sonreía, resplandecía, se veía soñadora cuando creía estar sola, pero, después que volvieron a separarse cayó en la tristeza y culpabilidad. Le pedí que te buscara, le dije que entenderías si te explicaba, pero dijo que no era merecedora de ti y que conociéndote no la dejarías hablar. Temo que eso es verdad, los dos son unos testarudos, no necesito preguntarte si todavía la amas, Joan ha dicho demasiado de ti sin tener conocimiento de Candy. No he venido a abogar por Candy ni a darte la razón, ni siquiera escuchar las disculpas que externaste, eso es agua pasada, vivieron tantas cosas juntos que eso jamás lo olvidarán, ya no son unos niños, ahora, súmale el amor que se tienen, te puedo apostar que eso te ha quitado el sueño y que es la razón por la cual desapareciste.- Albert tomó otro sorbo a su café.

​-Albert, me dolió lo sucedido, todavía me duele y si, tienes razón, me roba el sueño, he analizado una y otra vez los acontecimientos y no le encuentro justificación, ni siquiera sé nada más que los hechos: "Esa persona se presentó... el rostro de los dos me lo dijo todo y el mío, ¡ja,ja! No me lo quiero imaginar, ha de haber sido toda una poesía con un toque de asombro y desconcierto".- Terry volvió a reír con ironía y puso tierra de por medio a la conversación para que ya no se volviera a tocar. -Realmente no deseo saber qué pasó ni por qué lo hizo, no me interesa, lo nuestro terminó y ha quedado en el olvido...- Albert lo entendió, más, sin embargo, él no era quien para contarle a Terry como sucedieron los acontecimientos, solo quería a darle a conocer como estaba anímicamente su protegida para que al menos pudieran hablar y estar en paz consigo mismos. Le preocupaba el bienestar de la rubia y aunque Terry se había mostrado indiferente, también sintió inquietud por la mujer que amaba, pero no, lo correcto era guardar distancia, no por orgullo sino por el bien de su propio corazón, no quería salir herido nuevamente.

Te Amo, Te Amo, Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora