FIN

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El comerciante finalmente me suelta.

Rescato mi cuaderno y le limpio el agua cenagosa con la manga

de mi sudadera. Me levanto y me vuelvo hacia el edificio donde estaba

Callie.

Callie se ha ido. Y también aquel tipo.

¿Adónde han ido? ¿Han entrado en el edificio?

Tengo la intención de dirigirme a la puerta para ir a buscarlos,

pero una sirena ulula unas pocas manzanas más allá. El comerciante

me sonríe con sorna.

-Los has llamado -lo recrimino.

-Los chicos como tú deben estar en la institución.

Antes de que pueda darme cuenta, mis fuertes manos juveniles

están alrededor de la frágil garganta del ender. No es mi culpa. Vosotros,

enders, hicisteis este mundo. Aprieto hasta que la cara se le

pone roja.

-¿Qué es ese edificio?

-Destinos... de Plenitud. -Su respuesta es como un graznido.

-¿Qué clase de sitio es ése?

Abre la boca pero no emite ningún sonido. Sus labios se ponen

blancos

-¿Qué pasa ahí dentro? -Siento sus huesos bajo la piel fría y

juraría que puedo oír cómo crujen.

¿Qué estoy haciendo?

Éste no soy yo. Me he convertido en un animal rabioso. Lo suelto.

Se tambalea y cae la suelo, boca abajo. Jadeo y contemplo su frágil

cuerpo mientras la sirena se acerca. ¿Lo he herido? ¿Le he hecho

daño?

-Hey. -Tocó su pierna con mi zapato. Está inmóvil. Hay gotas

de sudor en mi frente. ¿Qué he hecho? Entonces se mueve lentamente.

Respiro hondo. Se pone a cuatro patas y me mira a través del pelo

que cuelga delante de su cara.

-¿Por qué no entras y lo compruebas tú mismo? -Su voz es

áspera. Hace un gesto hacia el lugar. Parece una especie de desafío, pero lo único en lo que puedo pensar es en irrumpir en ese edificio

para buscar a Callie, en detenerla antes de que cometa, tal vez, el

error de su vida.

¿Qué es este lugar que convierte a una starter en una bella pero

estúpida maniquí sin memoria?

La sirena atruena cuando el coche de la policía derrapa al girar la

esquina, con su hocico plateado apuntando hacia mí como un tiburón.

El comerciante se pone en cuclillas y me señala a mí, al agresor,

al animal, al starter.

Agarro mi cuaderno y mi mochila y echo a correr.

Horas más tarde, de vuelta en mi habitación, con los pies hinchados

y los músculos ardiendo, me siento en mi rincón. Tyler duerme

en su saco dormir, en su fortaleza. Callie aún no ha vuelto. Aparto de

mi mente la idea de que quizá no vuelva.

Observo el dibujo que le he hecho. Los bordes están más sucios

que nunca, con manchas de agua sucia, pero el esbozo se ha mantenido

limpio.

Uso mi lápiz de carboncillo para acabar el pelo. Con trazos rápidos,

hago un lado con el aspecto que suele tener, con mechones de

pelo sucio y enredado. Después me doy un respiro. Dibujo el otro

lado lentamente, metódicamente, cuidadosamente. Este lado queda

muy pulcro. ¿Antes y después? Quizá.

Cojo el lápiz marrón y relleno un iris. Empiezo con el otro, pero

entonces paro. Borro el tono marrón del segundo ojo. Alargo el brazo

para coger otro lápiz. Mi mano se queda suspendida encima de

los colores hasta que se detiene en el azul. Lo uso para rellenar el

segundo ojo con un color que no veo cuando miro a Callie. ¿Por qué

hago esto? No tengo ni idea.

Pero cuando termino y contemplo el dibujo, me parece bien. El

resultado es sorprendente e inquietante, y un poco siniestro. Es arte,

me está permitido hacerlo. Es mi interpretación artística de ella, y es más real que algunos retratos fotográficos realistas. Entonces me

doy cuenta de por qué lo he hecho de esta manera. A pesar de que

estemos tan próximos, viviendo juntos estos últimos meses, realmente

no la conozco. En nuestras desesperadas vidas, todos y todo

somos impredecibles.

Incluso yo.

Oigo los ronquidos de Tyler. Cree que volverá con nosotros.

Eso espero.

El retrato de una StarterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora