RUPERT

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Tras lograr la tranquilidad del su paciente y la brevedad de sus lentos suspiros Andreu le pregunto, no tuvimos tiempo para conocernos o ¿si?,

-El viejo que con recelo miraba al doctor como alguien a quien le tenia una deuda mas grande el conocimiento de su nombre se preguntaba como podría pagar después el pequeño favor de mantenerlo con vida y le contesto:

Lo siento, justo cuando me quería presentar en el parque se me cruzo una flecha de odio en el corazón, pero con suerte usted estaba ahí, me llamo Leandro pero suelen decirme Rupert y suelo tener una pequeña cabaña cruzando el puente de piedra, cuando quiera puede visitarme para saber a que huele la madera en tiempos de guerra y el sabor del café que siembro en la ventana de mi casa; puedes ir, eso si, solo los jueves lo tomo con azúcar.

-El problema del azúcar no solía ser el hecho de que le hiciera daño, tampoco odiaba el azúcar, si no como por tradición, costumbre, hechos de una vida dada gracias a un amor en secreto, Leandro le dedicaba una taza de café con azúcar a su amada cada jueves.

¿Por qué te dicen Rupert?, pregunto el medico.

Porque una vez un niño mientras me veía tocar la guitarra, fue a decirle  a su mamá que había un hombre con cara de perro viejo tocando la guitarra en el parque y que me parecía al perro del alcalde, Rupert.

Aquello a Rupert le había causado gracia, al menos un niño había notado su existencia mas allá de las notas de su guitarra que acompañaban los pasos de las personas en caminos que  antes eran de herradura. 


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