- ¿Cuánto puedes amarla?
- Mais do que nada.
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- ¿Cuánto puedes amarlo?
- Más que a mi economía.
- Tu economía se fue al re carajo.
- Bue, más que... Más que a mí beibi
Fue y se acostó en su cama, pues solo quedaba esperar a que viniera su nuevo compañero o tal vez sea mejor, no tener un compañero.
Simplemente se durmió, solo quedaba esperar a mañana para ir a buscar un trabajo.
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— Hola Uru~
Ese tono llamo la atención de Uruguay.
— Andate a la mierda.
Fue seco.
— Ooohh... Vamos Uru, perdón! Es que no me la aguanto!
— Y yo ni te aguanto a vos y nunca te trato mal.
Se estaba cansando.
— Que estás haciendo ahora?
Dijo con un tono juguetón.
— Discúlpate con Argen y no te vuelvo a joder.
— Na.
Dió media vuelta y se fue del café.
— Ya te vas a llevar una sorpresa gil, los dos, a mí nadie me deja de estúpido.
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Él estaba yendo por todos lados buscando un lugar donde lo acepten, le estaba costando y no entendía por qué. Pues tenía la primaria y secundaria completa y hasta la Universidad, la especial fue "Arquitectura", y no entendía por qué no lo contrataban, era joven, tenía 28 años una buena edad.
Y vio a la rubia entrar como toda una diva en un edificio con ese hermoso movimientos de caderas, la siguió con la mirada y fue hasta el mismo edificio.
Tal vez lo contraten y al fin pueda devorarse a la rubia.
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Llegó a casa deprimido, le dijieron que no, pero lo mandaron a otro lugar que tal vez lo acepten.
— Ya fue... Voy a trabajar de prostituta, bueno como soy hombre prostituto.
Empezó a reírse a carcajadas de esa muy mala broma.
Toc Toc
Se levantó y fue a abrir, se le callo la cara al ver a la rubia.
— ...
— Bien... Creo que me equivoqué, le voy a preguntar al casero.
— Lo llamo si quieres.
— No, no hace falta, ya entendí que sos un maleducado, ya lo llamo yo.
La rubia marco el número de aquel hombre el cual atendió en un instante.
— Hola! Jorge! Che, que habitación era?
Dijo tranquila.
— Como se llama el inquilino?
Su cara se desfiguró.
— Brasil... ¿Qué? No, ni lo conozco, es morochito? Ah... Tiene ojos café? Ok... Si... Mucho pelo.
Lo miro y se despido del casero.
— Es acá.
Él brazuca la miro.
— Te ayudo?
— No! No vas a cambiar el echo de que fuiste un maleducado conmigo.
— Hablando de maleducados, que hay de ti, me vivías insultando! Me hacías acordar hasta de mi prima lejana!
— Dale ayúdame.
Él cargo las maletas y la rubia pudo disfrutar de una muy buena vista.
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