II | jack conway

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Alguien "normal", podría decirle a Gustabo que está demente, pero a él le importaba muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol ─lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas─, solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a los vestidores  y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como descabellado. Pero, cómo anteriormente se mencionó, a Gustabo le importaba realmente poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosa y maloliente mochila, llena de toallas y camisetas sudadas, por todo el pasillo de la universidad y en su auto, para ir a la lavandería más cercana, pero todo era gráficamente recompensado en el momento que sus compañeros ingresaban a las duchas, después de su juego y a medio vestir.

Gustabo sabía cómo disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas, y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos  cuerpos de cada uno de los jugadores.

Armando no había recibido información falsa, todos estaban considerablemente bien dotados... Sin embargo, ninguno llegaba a sorprender al exigente García.

Incluso había tenido que descartar a Emilio de su lista en el momento que supo que empezó a salir con un chico de intercambio recién ingresado. Por lo que su búsqueda continuaba tranquilamente... O así era, hasta que apareció Jack Conway.

¿Quién demonios era Jack Conway?

Jack Conway era otro más de aquellos estudiantes de intercambio recién ingresados a estas alturas del año. Un chico educado, inteligente, aburrido, en exceso un respetuoso... Un cerebrito, ratita de biblioteca, un Sheldon Cooper, entre otros calificativos aún más graciosos. Usaba unos grandes lentes, pantalones muy anchos, y se abotonada la camisa hasta el cuello.

También usaba un suéter increíblemente grande con un cuello de tortuga. Conway era el típico chico nerd que no mostraba más piel de la necesaria. Gustabo no tuvo absolutamente nada que ver con el chico ─de hecho, desconocía de su existencia─ hasta que Jack se vio obligado a ser parte del equipo de fútbol americano. Contrariamente, a lo que todos pensaban, Jack Conway era increíblemente bueno en los deportes, tan solo odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diría que un nerd cómo lo era aquel moreno, podría tener tales muslos gruesos, gruesos y fibrosos, y brazos dignos de un modelo a la altura de Armani?

Si, no siquiera Gustabo se habría dado cuenta de ellos, de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era lo único en lo que no destacaba.

Desde aquel día, el pobre Jack no pudo tener más momentos a solas en la biblioteca por las tardes, pues las chicas le perseguían hasta en el almuerzo.

Sin embargo, Gustabo, aunque podría admitir que el chico tenía un rostro que podría derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y no era debido a que era un mojigato,  chico esperaba a que todos sus compañeros salieran de las duchas, para poder ingresar el y hacer su aseo privadamente.

Gustabo no lo entendía,  pero no le importaba.

O menos así fue, hasta ese insignificante día en el que tuvo que quedarse  hasta tarde, recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El día anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló, y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavandería sin motor en el intento, así que decidió hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvía de la lavandería por la segunda tanda, que vio por primera vez, en lo que se convertiría en el mayor de sus deseos más oscuros; Jack Conway se desnudaba de espaldas, sin tener la mínima idea de su presencia y sin ser pudoroso, cómo Gustabo se había acostumbrado a verlo.

Y, oh, santo infierno.

Jack Conway era jodidamente lo más delicioso que García había visto en mucho, mucho tiempo. Gustabo ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que perseguían al moreno hasta la hora del almuerzo.

Porque el chico era... Era sublime... Joder, se había quedado sin palabras.

Su piel, no era pálida como la de todos los jugadores. Era bronceada, y se veía realmente suave y apetecible. Cada vez que se movía, inclusión en lo más mínimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que el rubio estaba empezando a delirar; se podía ver a sí mismo, lamiéndose con dedicación cada uno de esos preciosos músculos, pliegue por pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor inmensamente terrible en la...

───¡aH!

Gustabo saltó en su lugar, asustándose, de modo que avanzó dos pasos al frente y se resbaló, gracias al agua regada por todo el lugar. Cerró sus ojos un segundo, intentando recomponerse, y cuando los abrió, creyó haber sido realmente una excelente persona en su pasada vida, pues el enorme ─realmente enorme─ miembro de Jack era lo que se encontraba frente a su rostro en el momento que abrió sus ojos.

Madre mía, esos son mínimo veinticuatro...

Sin embargo, tan pronto como el chico le había ayudado a levantarse, se cubrió con lo primero que encontró; la ropa que se había sacado recientemente. Sus mejillas, y las de García, coincidieron para ponerse rojas como tomate, al momento que ambos conectaron miradas, la diferencia era que Gustabo tenía pensamientos poco cándidos en su cabeza los cuales eran la razón del color de sus pómulos, mientras Conway estaba en una situación totalmente opuesta, preocupándose más por cubrir su cuerpo antes de que otra cosa.

───L-lamento haberte asustado───susurró el chico, apartando la mirada lo más rápido posible.───, p-pero en mí defensa, tu me asustaste primero.

El menor suelta una pequeña risa torpe, haciendo que el estómago de Gustabo se sintiera extraño. El chico era una preciosidad y tenía un gran, gran, graaan amigo allí abajo. Gustabo comenzaba a mirarlo con otros ojos.

Estaba sin palabras, no sabía qué decir, pues lo único que quería era arrodillarse al moreno semidesnudo frente a él y rogarle que lo dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo que Gustabo estaría complacido de causarle con sus propias manos, inclusive... hasta su boca podría ayudarle.

───¿Estás bien?───pregunta Jack, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus gafas, y sus preciosos y brillantes ojos, le estaban haciéndolo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde Alemania hasta Chicago, y no podía abrir la boca para formular no siquiera una frase coherente ante el nerd de la universidad.

Cuando estamos nerviosos, decimos tonterías, por lo general, lo primero que nos viene a la cabeza, y quizás pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... Pero Gustabo García sobrepasó los límites.

───¿Me dejas chupartela?

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FALOFILIA | intenabo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora