-Uno-

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-Percy
    Me desperté sudando frío. Pesadillas. Pesadillas sobre el Tártaro. Aún lo recordaba en vivos colores.
    Salgo de la cama y entro en el baño de mi cabaña. La guerra contra Gaea había terminado, pero desde ella todo había empeorado. Anabeth tenía miedo de mí, desde allí nos dimos cuenta que el amor se había esfumado, nos recordábamos mutuamente al Tártaro. Por esto habíamos decidido terminar nuestra relación.
   Después de tomar una ducha y recobrar mis fuerzas camino hacia el gran comedor. Pongo mi mejor sonrisa y me siento a la mesa.

-Jason

     Miré a Percy entrando al gran comedor, dispuesto a desayunar. En su rostro se pintaba una de sus mejores sonrisas, una muy convincente, aunque si te fijabas con detenimiento en sus ojos podías ver su falsedad. En esos bellos ojos verde mar en los que te perdías. Esos que eran tan suyos. Si mirabas bien podías ver que esa chispa tan característica de él había desaparecido. Me dolía. Como su amigo me dolía.
     Desde el final de la guerra nos habíamos hecho más unidos, principalmente después de que termináramos la relación con nuestras respectivas parejas. Anabeth había terminado con Percy sin decir el por qué. En ese tiempo aún estaba con Piper. La amaba y ella también a mí, o al menos eso pensé.
    Pasó hace unos días. Percy había hablado conmigo sobre un cambio en sus sentimientos luego de haber pasado por el Tártaro. Se excusó diciendo que él y Anabeth ya no se amaban, y que por ello ya no estaban juntos. Yo lo escuché a pesar de no estar del todo convencido.
    Tiempo después nos vimos caminando lado a lado en la costa, charlando y riendo de tonterías y en algunas ocasiones ese brillo travieso volvía a sus ojos. Mientras caminábamos pudimos divisar dos figuras besándose con pasión. La mujer que daba su espalda hacia nosotros tenía cabello ondulado y rubio. Anabeth.
     Percy se fue acercando poco a poco con curiosidad y con una pequeña sonrisa, haciendo el menor ruido posible para que no se dieran cuenta de su presencia. Él permanecía en paz, contento de que la rubia hubiera salido adelante. Su sonrisa de borró en cuanto pudo observar el rostro de la persona a la que Anabeth besaba. Su rostro se volvió hacia mí, y pude observar unas pequeñas lágrimas en sus ojos, sus manos tapaban su boca, evitando un chillido. Las dos siluetas se volvieron hacia él.
   Fue entonces cuando vi la cara del acompañante de la hija de Atenea. Piper, la hija de Afrodita y mi novia, había estado besando a Anabeth. Mis ojos se llenaron de lágrimas, tapé mi boca por la sorpresa y justo cuando me dispuse a salir corriendo hacia mi cabaña, tropecé. No fue un gran golpe, pero de todas formas el ruido captó la atención de los presentes, haciendo que las dos chicas volvieran a verme. Mierda. En ese momento escapé. Pude oír a mi novia, no, ex novia llamándome. No volví a a ver atrás.
    Cuando llegué a la cabaña de Zeus, me derrumbé. Comencé a llorar. Si lo pensaba mejor no lloraba por ella, por perderla, si no era por el sentimiento de traición que se asentaba en mis huesos. Después de todo lo que habíamos pasado, simplemente me engañó y había algo en su tono de voz que me indicaba que no estaba arrepentida. Estaba enojado conmigo mismo por ser tan ingenuo. Era un estúpido.
     La puerta de mi cabaña se abrió, dejándome ver a ese chico de cabello negro y rebelde con sus ojos verdes llenos de preocupación. Se acercó a mí y al ver mi cara llena de lágrimas me abrazó. Lloré en su hombro, y por alguna razón el tenerlo revolvió mi estomago. Me pasaba desde que lo conocí. A pesar de la rivalidad, siempre que lo tenía demasiado cerca mi corazón daba un vuelco. Nunca he entendido el por qué.
    Volviendo al presente. Después de comer me encaminé a mi cabaña algo intranquilo. Tenía la sensación de que debería estar en este momento con Percy. Aunque ese chico de cabello azabache, según me había dicho él mismo previamente, estaba con su espada entrenando.
     Ya en la cabaña de Zeus me tiré en mi cama, mi paz siendo interrumpida abruptamente. Una luz iluminó toda mi cabaña y la mujer más hermosa se presentó ante mí. Afrodita.

Jercy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora