Descubriendo

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Aun recordaba sus vacaciones en el mundo espiritual, hace ya casi un año... Le había asombrado tanto descubrir el lado más tierno y sensual de Korra al mismo tiempo.

Jamás se hubiera imaginado que iba a ser así. Se habían besado, hablado de sus sentimientos, y había sentido el mundo volverse más brillante cuando ambas descubrieron todo el dolor, el ansia, el miedo y el amor escondido durante esos tres largos años. Cuando al fin habían reconocido la una a la otra como su perfecto complemento.

Y después descubrir lo que con Mako no habían sentido... Como la ternura y el amor, dieron pie a la pasión.

El primer beso fue tan tímido... Pues ambas, por vergüenza, prefirieron que sus cuerpos hablaran antes. ¿Qué tal si solo era un atracción fugaz idealizada durante tanto que ahora parecía algo más grande? ¿Cómo saber si todo era real? Ambas fueron tan tímidas... Pues cada una y a su modo, tenían sus inseguridades.

Ella misma había guardado en el fondo de su corazón el amor, que no hacía más que crecer cada día. Ya no encontraba modos de liberar presión. Trabajaba incansable, siempre teniendo en cuenta el equilibrio. Todos sus diseños respetaron los nuevos árboles y zonas boscosas, y de ese modo no hubo incidentes de nuevo con las lianas espirituales, siguiendo el camino que Korra había marcado. El Avatar Aang había sido grandioso y co fundador de Ciudad República, pero Korra la había salvado ya dos veces de una destrucción masiva. Se merecía su propio monumento. El parque Avatar Korra lo había diseñado ella misma centímetro a centímetro, y había supervisado muy de cerca la elaboración de la estatua con los mejores escultores y Maestros Tierra. Ella le hubiera escrito cada día una carta, pero el silencio le dolía, y trataba de alargar sus misivas lo más posible, pero siempre cerca de la semana, diez días, cedía y le volvía a escribir, esperando, deseando que sus palabras la inspiraran, que le dieran ánimo. Y quizás, de algún modo, le dijeran sin anunciar, sus sentimientos más profundos. El amor gigante que tenía que tornar en amistad, ternura y devoción.

Y Korra confesando que dentro del desastre de su mente, existía un sentimiento único hacia ella, encerrado, opacado por el miedo y la debilidad, la frustración y la desesperanza. Era consciente, muy en el fondo, de que el sentimiento por ella había dejado de ser algo parecido a lo que sentía por Bolin, por Mako, por Jinora y todos los demás; era algo nuevo, inmenso, y que la asustaba porque no lo entendía. Y estaba tan dispersa que era a su vez fácil dejarlo al fondo de todo, porque aunque la asustaba, no la lastimaba.

Y después... Cuando estaba a punto de regresar a Ciudad República, y en su mente solo existía la felicidad por verla de nuevo, y... Ella, la otra, apareció. Korra no quería que Asami viera esa parte de sí misma. ¿Cómo, después de tanto tiempo, iba a volver incompleta, incapaz? Así que tuvo que dar media vuelta. Y ahora, al comprender un poco más sus sentimientos, ya dolía. No estar cerca, no estar juntas... No saber si acaso podría ser...

Todo eso y más había quedado en el pasado. Porque al juntar sus labios, supieron, cada cual, que no podía ser de otra forma. Se pertenecían de un modo que no se podía explicar. Y los silencios, las omisiones, ya no cabían entre ellas.

Ambas llorando... De todo, libres al fin. Solo la verdad podía mediar, aunque doliera, la liberadora verdad. Pues cada una al confesar su travesía, lastimaba a la otra, por todo lo que faltó o pudo ser, dando paso a sanar y la mutua comprensión. Por fin estaban juntas. Se besaron, sí, se acariciaron, también. Pero esa primer noche, sus almas estaban juntas y todo lo demás sobraba. Conforme pasaron sus días juntas, ahora más relajadas y felices, la pasión que había aguardado tanto, por fin explotó.

Korra era... Bueno, perfecta. A su manera... Es decir, era hermosa, sus músculos eran firmes y era delicioso sentir cada uno tensarse y relajarse ante sus caricias. Su piel morena haciendo contraste con la suya tan clara. Su trasero tan firme y redondo, totalmente turgente, que casi no se notaba por la pesada piel que siempre usaba. Y sus senos, más grandes y llenos que los propios. Era hermosa.

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