Mingyu no estaba y Seungcheol y yo decidimos comer fideos instantáneos con kimchi y una sospechosa sopa de algas que estaba en la nevera.Parecerá poco romántico, pero para nosotros era la tarde perfecta para nuestra relación, ambos coincidíamos en ser sencillos y fáciles uno con el otro.
—Hyung, debo ir al baño.
Con ese aviso dejé mi lugar en el piso de la sala —donde habíamos puesto sábanas y almohadas para ver televisión—, seguí el camino del pasillo, observando ya todo lo conocido de memoria, y llegué al baño a hacer mis necesidades; orinar.
Junto al lavamanos se encontraba una ventana majestuosa con vista a otra ventana, tal vez de un baño también. Hasta el día de hoy, un año después, no logro saber a qué parte de ese apartamento da la ventana, sin embargo, me ha dado las mejores vistas.
Con ganas de respirar un poco de aire natural abrí la panorámica y me recliné un poco en ella, procurando tener en mente los veinte pisos de lejanía. Y así me encontraba solo unos pocos segundos mirando en rededor.
Si no te molesta, tomaré mis mejores palabras técnicas y llenas de un romanticismo impropio en mi vocabulario y manera de vivir; quizá no de un señor Darcy, ni de un Shakespeare, mas, con una verdadera admiración diré que la criatura que presencié en ese instante era la más irreal que alguna vez tuve la dicha de ver y la beldad más ficticia era la que le poseía.
Exagero.
Porque el hombre, que no tendría más de veinticinco años, era tan común como cualquier otro masculino en Corea.
Estaba sentado con pies y trasero en el marco de la ventana sin un rastro de temor en su rostro por la lejanía del suelo, con una camisa blanca a medio abotonar, bermudas de algodón negras y sus pies descalzos, con el corto vello de sus piernas visibles erizado por la brisa fresca de primavera. Tenía un libro en sus manos, aún recuerdo el título, El Principito, una lectura perfecta para un chico con la apariencia que daba él.
Fruncía el ceño, la nariz se le arrugaba en las orillas, los ojos se le volvían más pequeños y lograba deslumbrar un par de dientes grandes cuando abría la boca para exclamar. Sus grandes mejillas estaban adornadas con pegatinas de estrellas plateadas y doradas y sobre su cabello negro tenía una diadema amarilla con más estrellas.
Creo que tardé más de lo normal en el baño, porque lo único que me sacó de mi distracción fueron los golpes de Seungcheol en la puerta; a él, que leía desde la ventana, nada lo sacó de su pequeño mundo lleno de serpientes, zorros, corderos y asteroides.
El porqué me deslumbró sigue siendo un misterio.
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El chico de las estrellas #1 [soonhoon]
FanficPorque solo puedo citar a Shakespeare y Darcy cuando me encuentro contigo, a metros de distancia uno del otro, sin que tú sepas de mi solitaria existencia. Porque te vi en esa ventana y no pude dejar de pensar en ti luego de la segunda vez. Porque m...