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Quiero disculparme con antelación y citar al buen Romeo Montesco esa primera vez que observó a Julieta Capuleto.

“Excede su fulgor al de las teas. En el misterio de la noche oscura parece como joya de gran precio al cuello de un etíope prendida. ¡Belleza sin igual! ¡Indignos de ella son los humanos y este bajo mundo! Bien como blanca tórtola entre cuervos, a sus rivales vence en hermosura. En acabando el baile, con la vista la seguiré, veré do se coloca, y haré dichosa mi grosera mano tocándole la suya. ¿A caso supe lo que era amor hasta este dulce instante? ¡Ojos, decid que no! Que hasta esta noche no vi jamás belleza verdadera.”

De nuevo, exagero.

Sin embargo, así me sentí esa segunda vez que vi de nuevo al chico de las estrellas, como decidí llamarle por sus inusuales adornos la anterior vez.

Esa vez estaba solo en el apartamento, tenía más de cinco años conociendo a ambos chicos, así que me dejaban con total libertad ahí.

En mi casa no podía dedicarme a mi música por completo, los niños de la guardería de mamá tienen el horario de dormir a las tres; a las tres llegaba de la universidad en aquel entonces, dos horas para estudiar y no perder la práctica en mi profesión antes de irme al trabajo. No podía llevar tal rutina a causa de los niños; en cambio, Seungcheol y Mingyu se ofrecieron a prestarme su lugar, oferta que no rechacé.

Dejé de tocar un rato para descansar, tendría el día completo para componer y estudiar porque no tenía trabajo y por obra del destino salí temprano de clases.

Ya estaba anocheciendo, comí una vieja pizza que encontré en la nevera y bebí un litro de soda de naranja. Mis ganas de hacer pipí fueron inmediatas, proseguí a ir al baño, sin recordar al chico, en la semana le dedicaba mis pensamientos a él unos cuantos minutos, sin ninguna importancia, no como le dedicaba mi tiempo a Seungcheol hyung.

De nuevo ocurrió lo de la vez anterior.

Sonreía ampliamente con la mitad del cuerpo fuera de la ventana, su cabello volaba delicadamente con el viento y los brazos se le tensaban recargados a la madera del marco.

“¡Belleza sin igual!”

Parecía querer gritar y estar aguantándose las ganas de hacerlo, más su sonrisa seguía sin contenerse y los ojos solo eran dos rendijas.

Yo miré hacia abajo por la ventana, queriendo ser conocedor también de lo que le daba tan agradable euforia.

Solo vi personas caminando de un lado a otro, unos rápidos, otros lentos, enojados y felices, deprimidos y alegres, simples personas.

“¡Indignos de ella son los humanos y este bajo mundo!”

Volví a dirigir mi mirada a él.

“Que hasta esta noche no vi jamás belleza verdadera.”

Con una camisa extraña de los Minions y ahora sin nada sobre su cabeza y mejillas, pero la impresión que me dio en ese instante fue mayor que la primera vez y me golpeó más duro que la paliza que recibió Rocky del ruso.

Nervioso salí del baño sin orinar y apresurado recogí mis cosas para salir del departamento, no esperaría a los chicos... no dejaría que mi corazón se detuviera por nadie más y no permitiría que se me cortara la respiración si no era por tocar sin descanso el clarinete.

El chico de las estrellas #1 [soonhoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora