10.- Enfermo

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Mordred miró hacia arriba con los ojos nublados, seguido de un largo ataque de tos interrumpido por dos poderosos estornudos. Sus dientes castañeteaban, aunque el calentador de la habitación estaba definitivamente encendido. "Me siento tan mal", admitió Mordred con voz ronca. "Sólo quiero quedarme aquí para siempre".

"Ya te lo dije, Mordred," Arturia exprimió el agua de la toalla, doblándola y colocándola cuidadosamente en la frente de su hijo. "Te lo dije", repitió. "Simplemente no escuchabas y ahora estás ardiendo".

"No es la lluvia, estoy seguro de que sólo-" una tos, "¡No me he adaptado a este cuerpo!" Rápidamente se arrepintió de haber gritado. Le picaba la garganta mientras se acurrucaba bajo las gruesas capas de la manta. "Oh Dios, me estoy muriendo".

Arturia puso los ojos en blanco. "Estás bien, solo tienes un resfriado. Ahora bebe", se inclinó hacia adelante con la cápsula de la medicina y un vaso de agua en las manos.

"Dije, me estoy muriendo", se quejó Mordred.

"Esta no es la plaga. Ahora bebe."

La niña enferma miró el vaso y su padre de un lado a otro, arqueando una ceja con incredulidad. "Tan cruel, padre", hizo un puchero.

"Te estoy ayudando a mejorar. Bebe."

"Ugh," gruñó Mordred, tomando la pastilla de Arturia. "Pero prométeme que haré una sopa después de esto. Te estornudaré si no lo haces."

Chaqueta roja, cinta azul y todo esoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora