Son of Batman //Damian Y Tu//.

Prólogo.

//Narrador//

Era de noche en las solitarias calles de Gothan City, asía frío...estaba lloviendo, en la mansión Wayne, está estaba más solitaria que nunca, Alfred estaba ocupado limpiando una de las habitaciones, mientras el multimillonario magnate empresarial  y filántropo mejor conocido, como Bruce Wayne, él estaba en su oficina, estaba viendo unos papeles importantes de las Empresas Wayne.
Justo en ello, las puertas de la mansión se escucharon, alguien estaba tocando, Alfred quien justo paso por allí, fue a ver quien era.

Alfred-¡Señorita Samantha!...-dijo con sorpresa al verla respirando con dificultad, toda herida.

Samantha- Alfred...-dijo para después cerrar los ojos y apunto de caer desmayada por la perdida de sangre de no ser por Alfred quien la sostuvo antes de que callera.

Al sostenerla, sintió algo sobre su pecho y entre las manos de la mujer quien yacía desmayada en sus brazos, la acomodo con claridad para poder llegar a ver a un bebé dormido entre los brazos protectores de la madre cubierto por unas cobijas, eso lo sorprendió, no quiso perder más tiempo asique decidió meterla a la mansión pues el clima no era adecuado para ninguno. Al entrar, la llevo a la sala y allí vio a Bruce quien ya había terminado sus labores y estaba leyendo un libro en su sillón, él  al ver entrar a su amigo Alfred junto con una mujer que reconoció al instante no perdió tiempo y fue a socorrerla.

Bruce-Alfred, ¿Qué le paso?-hablo examinando con la mirada a la joven frente suyo preocupado pero sin dejarse ver-dámela...-dijo tratando de agarrarla.

Alfred-No hay mucho tiempo señor-dijo pasándole a la mujer-espere, permítame...-hablo para después tomar al bebé en brazos bajo la mirada de sorpresa del murciélago quien no lo había notado, miro a la pelinegra inconsciente en sus brazos.

Sin perder tiempo, ambos llevaron a ambos a una de las habitaciones. Bruce dejo a Samantha en la cama matrimonial mientras Alfred dejo al bebé al lado de la madre para ir a buscar un botiquín de primeros auxilios para atender sus grabes heridas de está misma.

Alfred-Iré rápido a llamar a un doctor, permiso-avisó una vez curarla, para después irse por la puerta dejando al joven Wayne con la mujer y el bebé.

Bruce se acerco un poco más a la pelinegra, para dejar un beso en la frente de está misma, pensó en lo que pudo haberle pasado, miro un momento al bebé a su lado, frunció el seño negando con su cabeza, era imposible...que ese bebé sea.
Un quejido lo despertó de sus pensamientos, vio a la mujer a quien en esos instantes amaba más que a nada abrir sus ojos, dejando revelar unos hermosos ojos marrones claros, ella movió la cabeza un poco para verlo al notar su presencia.

Samantha-Bruce...-dijo entre susurros débiles con una sonrisa de lado débil por la falta de sangre.

Bruce-Samantha, que sucedió, quien te izo esto-dijo serio viéndola, atraparía a quienes le hicieron eso.  Samantha se le quedo viendo un momento para después tomar la mano del pelinegro y llevarla a su mejilla, cero los ojos al sentir el toque frío pero a la vez cálido que desprendía de la mano de su amigo, Bruno sonrió de lado al ver está acción por parte de la pelinegra.

Samantha-Escucha, Bruno...por favor, quiero que la cuides-dijo abriendo los ojos viéndolo, Bruce abrió más los ojos al escuchar eso, llevo su mirada al bebé quien seguía dormido entre las cobijas, volvió a mirar a su amada quien veía al bebé con suma atención para después ver al murciélago, aun sin soltar su mano.

Bruce-No me pidas eso, tu estarás bien-le dijo serio pero con voz suave viéndola, al comprender lo que quería, Samantha al escucharlo sonrió con cariño, su mejor amigo se estaba dando falsas esperanzas.

Samantha-Ambos sabemos que no...No voy a poder Bruce-dijo directa, apretando un poco la mano del de ojos azul sin quitar su mirada de él.

Bruce-No, tu lo vas a lograr, Sam eres...eres mi sombra después de todo...Shadow, tu no vas a dejarme-dijo sin querer aceptar que ya no había más formas de mantenerla viva, sus heridas eran profundas, aun cuando Alfred las curo, estás no se cerraban ni se cerrarían, la mujer soltó una risa débil al escuchar la terquedad de su amigo, este nunca cambio desde que lo conoció la primera vez.