011

1.1K 191 20
                                    

—Ohhh, ¿esto es pollo frito?

—Así es. Dale la bienvenida a este maravilloso sabor. Gracias Chineuneem.

—¿Chineuneem?

—Es una persona que ama el pollo frito.

—Debe ser una gran persona.

—¡Lo es! Siempre está con pollo sazonado en su mano derecha y pollo frito en su mano izquierda. ¡Cruzó un río de cerveza y rábano encurtido! ¡Nos enseñó a cocinar el pollo! ¡Pollo con salsa de soja! ¡Pollo y camarones! ¡Todo tipo de pollo!

—Vaya. Eres una gran cocinera.

Oh, yo no soy una cocinera. Todo el mundo la confunde con una bruja, pero decidió cerrar la boca para evitar gritar de la desesperación.

—Debemos entregar el pollo antes de que se enfríe.

—Vamos.

El caballero asintió y empujó la bandeja en mi lugar. De un momento a otro, los rumores sobre una mujer que pasaba mucho tiempo con el duque se extendieron entre los caballeros. Sin embargo, ninguno de ellos podía afirmarlo. No sabían si pasaban la noches juntos o solo era un rumor.

Mientras la princesa cocinaba, parecía como un chef, pero todos sabían que al duque no le gustaba comer. Sin embargo, cuando probé ese pollo, inmediatamente lo supe. Esta princesa era una excelente cocinera. Era un sabor único y que sobresale. Es por eso que el duque la quería a su lado. No le gustaba comer, por lo que esa hipótesis era la que más tenía sentido.

'Oh, es una persona amable' Luana lo siguió mientras empujaba la bandeja. Durante el día el duque pasaba en su oficina, por lo que a ese lugar es donde se dirigen. Los caballeros custodiaban la puerta y ahí se encontraba un rostro conocido.

Era Rugard, el que le dio un poco de las bolas de arroz, y otro caballero que no conocía.

—¡Hola!

Luana los saludaba con entusiasmo, pero Rugard simplemente miró a otro lado. La princesa volvió su cabeza para ver que estaba mirando, pero no había nada. ¿Me ignoraste o no escuchaste lo que dije? Luana decidió volver a saludar.

—¡Hola!

Rugard asintió con mala gana. Esa fue toda la interacción entre ellos dos. Con un vacío en su interior, Luana llamó a la puerta.

—¡La comida está aquí!

—Pasa.

Luana procedió a empujar la bandeja y entrar. Como la última vez, dejó la comida en el escritorio junto a la jarra de cerveza.

—Cerveza.

Eso fue todo lo que dijo el duque. No preguntó nada más.

—Hoo-hu-hu-hu.

Luana se rió y le dijo al duque.

—¡Te encantará lo que cociné hoy!

—Ya veremos.

—Hagamos una promesa.

—¿Qué promesa?

—Si la comida de hoy te gusta, dejarás que cocine para la familia real.

Luana bajó su tono de voz. Fue porque pensó que el duque le gritaría y decidiera cortarle el cuello. La mirada del pavo real pasó del plato a Luana y hubo un momento de silencio.

—Está bien.

Para su sorpresa, el duque aceptó. No significaba mucho para él. Con o sin comida, al final terminará en la muerte. No era necesario que Luana cocinara para ellos.

Libro de Cocina de Luana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora