Trashlands.

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Al ver la noticia, inmediatamente Sammy saltó de su silla y quiso salir de su casa para correr hacia la de Melissa. Pero en ese momento, su madre, quien escuchó la noticia desde su habitación, esperó a Sammy en la puerta y lo retuvo.

—Suéltame, mamá, tengo que ayudarla —exclamó alterado Sammy.

—Sam, si vas ahora, te tomarán como sospechoso por ser su amigo, es demasiado riesgoso —respondió tajante su madre.

—Pero Mamá, se la llevarán, no puedo dejar que eso pase —dijo mientras unas lagrimas empezaban a brotar de sus ojos y deslizarse por sus mejillas.

—Sam, si vas ahora mismo, sólo les sumarás problemas a ella y a ti. Espera hasta mañana. Entonces te acompañaré para, de paso, hablar con Sandra —concluyó de forma autoritaria su madre, mientras lo tomaba en brazos para que se calmara.

Aunque haya dicho que iría para hablar con Sandra, la madre de Sammy realmente iba para, si la necesitaba, brindar compañía a éste cuando reciba la noticia de boca de Sandra y empiece a llorar, porque ella sabía que es lo que ocurriría.

Sammy, aunque quería soltarse del agarre de su madre y salir corriendo de allí, sabía que ella tenía razón. Y que aunque lo haya dicho imponiendo autoridad, su verdadera intención era darle un consejo y él siempre siguió sus consejos. Así que sólo la abrazó y dejó salir un llanto desconsolado.

—Está bien, mamá. Gracias.

*****

Melissa despertó amarrada en una silla en medio de una habitación completamente blanca. Al pensar la situación, se dió cuenta de que estaba en la comisaría y que la esperaba un arduo interrogatorio.

Trató de mentalizarse para no contestar ninguna pregunta que pueda comprometer a su grupo, a su madre adoptiva o a Sammy.

Fue entonces cuando una puerta detrás de ella se abrió y dió paso a quién sería su interrogador.

Este vestía un traje bastante más elegante de lo que la situación ameritaba, debía medir al rededor de un metro y ochenta centímetros, con un cuerpo marcado, tez morena, con una barba y peinado perfectamente cortados y preparados. Parecía que en vez de interrogarla, iba a venderle una casa, o esa impresión le dió a ella. El hombre se paró en frente de ella y mirándola fijamente a los ojos, habló:

—Melissa Williams, ¿no? —dijo revelando una voz elegante y calmada— Encantado de conocerte, soy Fletcher Brown, dime sólo Fletcher. Me dijeron que no pusiste resistencia en el arresto así que te trataré de la mejor forma posible.

—No tengo dinero así que no puedo comprarte nada, lo siento galán —dijo Melissa con picardía.

—Veo que malinterpretaste las cosas. Que te vaya a tratar bien no quiere decir que sea tu amigo, así que te recomendaría guardarte tus bromas carentes de gracia —dijo Fletcher completamente serio.

—Muy bien chico malo, parece que los policías de ahora no sólo vienen con outfit de oficina, sino que carecen completamente de paciencia y sentido del humor. Dime, ¿me recitarás unos versos de la biblia entonces, padre Brown?

—Sigues sin entender tu situación. No sé qué creas que te pueden aportar tus bromitas en este momento, pero déjame decirte que lo único que conseguirás es que se acabe mi paciencia y es algo que ninguno de los dos quiere.

Melissa soltó una corta carcajada.

—Tranquilo hombre, sólo quiero alargar el último tiempo dentro del Hearfect, porque sé lo que me espera y me asusta pensar en ello. El mudarme a Trashlands no es algo que tenía planeado para mi vida, sabes.

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