Dieciocho

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Esperar como la estatua sobre el pórtico. Aguardar un cambio favorable o el retorno de lo que una vez lo dejo;nunca lo ayudó realmente. Lo sumia en un estado de melancolía que no le permitía remontar el vuelo,
aún que la verdad,Mojito,nunca voló. No tenía necesidad de hacerlo y no quería hacerlo. Tanto tiempo se sintio a la sombra de otros que olvidó su propia luz y por eso seguía, siempre,la de alguien más.

Le gustaba tocar la guitarra y también lo lejos que había llegado con ella;pero en el mismo instante en que aquello se convirtió en su sustento dejo ser algo que disfrutara. Su música se había pintado de la melancolía de su amor por la mujer de su hermano. Se había tornado  la balada sin fin de la espera por algo que no necesitaba y no merecía. Nadie merece las migajas del cariño y menos de uno tan miserable como ese. Pero Mojito,que nada deseaba o quería realmente,tomo aquel supuesto amor como razón de ser.

Sentado en el pórtico,
refloxionaba respecto a lo que había sido su vida todo ese tiempo.

Desamor y soledad eran las palabras que resumian su existencia. No se amaba así mismo;se era totalmente indiferente y lo peor es que eso lo volvió indiferente a los demás. Lo que le hacía a su hermano Sour,era una gran traición de su parte. Haberse alejado de su familia un acto de absoluto desinterés por ellos. En medio de todo su egoísmo se iba acentuando. Que terrible era mirarse asi mismo y encontrarse con un ser tan patético. Sin embargo,mala persona no era. Escondía una gran nobleza en su corazón.

Cuando vio a Amaya se conmovió y todo lo que le brindó, lo hizo porqué genuinamente quería protegerla. La muchacha era tan frágil y desposeída que hubiera sido muy cruel darle la espalda. Realmente no quería que un ser tan puro sufriera ya más. Con Amaya todo le nacía y pronto comenzó a experimentar afecto por ella y ese perro revoltoso que corría por la casa. Ese único ojo de la muchachita estaba poblado de tanta gratitud y cariño,que lo hacía sentirse más fuerte y menos melancólico. Le hizo darse cuenta de que quería ser amado,pero también que quería dar amor y por eso pensó en quedarse con el bebé y amarlo, mas las cosas no funcionan de esa forma.

De Amaya aprendió muchas cosas,entre ellas que no tenía que tener miedo de vivir y dejar de esperar. La joven vagaba sola por el mundo,expuesta a sufrir toda clase de males,sin miedo y con buen ánimo. Sabía que había gente mala,como el hombre que la lastimó;pero también sabía que había gente buena,como él. A donde quiera que fuera,ella encontraría la forma de sobrevivir y pronto, también,
hayaria una constante que se grabaria en su memoria.

-No me has olvidado ¿verdad,
Amaya?-le preguntaba al cielo y se levantaba para entrar a esa casa,a esa parada en la que no podía seguir esperando.

Esperar no siempre se hace quieto en un lugar,asi que abrir vuelo no siempre quiere decir echar a volar. Mojito se quedó donde estaba,pero cambio las cosas. Dejo el teatro y se volvió maestro de música en una escuela secundaria. Se quitó esa gabardina y la colgó en una percha de la que nunca más la volvió a descolgar. Puso macetas con flores por toda la casa y la pinto con los colores que él quería,no más como a esa mujer le hubiera gustado. Hizo de ese edificio un lugar cómodo porque ya no era una parada,sino un hogar.

El tiempo fue pasando y a veces se preguntaba por la suerte aquella muchacha. Para ella su estadía con él fue un descanso para tomar la fuerza de volar y buscar mejores tierras. Además ese hombre ruin,vivía no lejos de allí. Era mejor,para Amaya estar lejos. Aunque unos meses después de la partida de Amaya,el suegro de aquel rufián, lo sorprendió robando y en el altercado, el viejo recibió un disparo del tipo y así,este, huyó nuevamente. No volvieron a saber de él.

Una mañana de domingo,Mojito salió a caminar al parque cuando,al mirar hacia la calle, vio a una muchacha con un vestido de color rosa que el viento sacudía suavemente. El perro,que llevaba atado a una correa,cruzo la calle para ir a lanzarse a los brazos de ese hombre que lo recibió con una sonrisa amplía.

-Te vez muy bien Comotu-le dijo mientras le acariciaba la cabeza.

-Usted también se ve muy bien-le dijo Amaya,al llegar junto a él.

Mojito la miro. Tenía una pequeña sicatris en la mejilla, que antes no estaba ahí. Con cuidado deslizo sus dedos por esa marca y la muchacha cerro los ojos para disfrutar esa caricia, de una forma candida.

-No esperaba volverte a ver -le dijo.

-Yo no esperaba encontrarlo-le dijo Amaya.

Soltaron una risa clara y sonora.

-¿Cómo te ha ido?-le preguntó Mojito.

-No muy bien,creo,pero tengo buenos recuerdos. Aunque no son muchos-le contestó.

-¿No?-exclamó Mojito y le frotó el cabello de forma fraternal-Te invito una hamburguesa y un café.

-Mejor un helado.

Y se fueron charlando por la acera. Sin prisa y sin esperar nada de ese encuentro,de la gente o del mundo.

Fin.

El pórtico del triste ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora