Diecisiete

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Amaya estaba lánguida,pero su ánimo era bueno. Mojito le dijo que perdió a su hijo de forma natural y ella le creyó. Gran parte de lo que él decía,la jovencita,lo retenía. Era algo que le causaba un gusto especial a ese hombre de sonrisa resignada,que se quedó a cuidarla esa noche.

Amaya era todavía una niña en muchos aspectos. Quizá su memoria que la ponía a salvo de los malos recuerdos,le permitía conservar esa inocencia o bien era su naturaleza nada más. De cualquier forma,Mojito había cambiado un poco la perspectiva de ella. Al principio la envidiaba por ese mal que parecía reiniciar su memoria,cada día. Le recordaba a una flor violeta que al desaparecer el sol,se cerraba para abrirse al siguiente día. Pero la verdad es que esa flor era tan frágil que el menor contacto con sus pétalos la mataba. Así mismo,Amaya podía estar en contacto día tras día con alguien que la lastimara y no se daría cuenta. Bueno tal vez no día a día,pero de todas formas quedaba expuesta al cruel mundo,de una forma que no le permitía aprender de sus errores o alejarse definitivamente de lo que le estaba haciendo daño.

La llevó a casa tres días después.
El hombre que la violó y que era culpable del aborto,fue capturado;pero dejado en libertad,pues los únicos cargos que le dieron fueron los de robo frustrado y lesiones graves,ya que el estado del embarazo de Amaya era de cuidado y no habían suficientes evidencias de que el aborto se produjera por la agresión. Un uso de palabrería legal,que dejo aún criminal en libertad y a una víctima sin justicia.

-La vida es un mal chiste-dijo Mojito al enterarse de la situación y pateó una piedra que fue a dar del otro lado de la calle.

Los días habían transcurrido tan ajenos a sus sentimientos,que se sentía fuera de lugar. Amaya no sufría como él la pérdida de ese niño. Comotu estaba como si nada,pues la herida en su pata no fue grave,y el mundo seguía girando como una noria infinita.

Una tarde en que estaba componiendo música,Amaya apareció en la puerta del estudio con una mirada triste y una mochila en la mano.

-¿Qué sucede?-le preguntó buscando la mirada de la muchacha.

-Me tengo que ir-le dijo Amaya,con la mirada en el piso.

-¿Cómo es eso que te tienes que ir?-le preguntó Mojito poniéndose de pie.

-No quiero que piense que soy una mal agradecida o que no soy feliz aquí-le dijo Amaya-Pero... No puedo estar más tiempo aquí, yo necesito... Tengo que encontrar...

Amaya sentía un profundo afecto por Mojito,pero no sabía que tipo de cariño era. Así mismo mientras estuvo con él,en esa casa,esperando a su hijo;muchas ideas surgieron en la muchacha. Una de ellas era ¿Qué hacer con su vida? Amaya veía a Mojito tocar y componer música,con tanta pasión que no podía evitar sentir ganas de hacer algo con ese mismo ímpetu. Antes vivía al día a día. No tenía sueños, deseos, ni siquiera un afecto hacia otro ser humano. Simplemente cada día era un nuevo cuento en un libro que se podía leer de forma aleatoria. Pero desde que se encontró una constante,eso cambio. Hubiera querido decirle todo eso a ese hombre,pero no pudo. Mas de algún modo,él comprendió que debía dejarla ir.

Por supuesto Mojito temía por la seguridad de Amaya,pero no podía protegerla del mundo. Recibió un beso en la mejilla y se quedó mirándola,alejarse por la acera junto a Comotu.

-Gracias-fue la última palabra que esa muchacha le dijo.

Una palabra que quedó en el viento que agitaba su melena y gabardina,esa tarde gris en que Mojito se sentó en la escalera... A esperar.

El pórtico del triste ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora