Mudanza

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(Perspectiva Rebeca)

¿Quién me iba a decir que una decisión tomada por impulso, al azar me iba a llevar a conocer un mundo diferente, una realidad con la que muchos soñarían y con la que muchos otros temerían encontrarse?

Supongo que toda esta historia comienza con el divorcio de mis padres, hacía años que ya no eran felices juntos como pareja, sin embargo, el cariño que se sentían hizo que todo el proceso fuese bastante sencillo, al menos a mi parecer.

Dividieron todo de mutuo acuerdo a partes iguales, no es que nos sobrase el dinero ni mucho menos, pero vivíamos una vida bastante cómoda y sencilla.

Lo que no podían dividirse era a mí, su hija adolescente de casi 18 años.

Mis padres no querían discutir por mi custodia, sabían que me harían daño, así que dejaron la elección en mis manos. Sin embargo ¿cómo elegir entre las dos personas que más quieres en el mundo? ... Tuve que plantearme muchas cosas, mi madre se mudaría Nueva York y mi padre había decidido aceptar una oferta en el hospital de un pequeño pueblo de Washington, los dos querían empezar de cero, lejos de las miradas curiosas de nuestro pequeño pueblo. En la comunidad en la que vivíamos, un divorcio, aún se veía como una tragedia, en mi opinión ese era un punto de vista absurdo, ¿por qué condenar a dos personas a estar juntas cuándo podrían encontrar la felicidad en otro lugar, con otra persona?

No podía decidir, así que, sentada en la mesa de la que había sido nuestra cocina por los últimos 15 años, desde nuestra anterior mudanza, tomé en mis manos una moneda de mi bolsillo y miré a mis padres con amor y una disculpa en los ojos antes de decir:

-Cara Nueva York, Cruz Washington- mis padres no se sorprendieron por mi forma de resolver la situación.

Los dos me sonrieron con ternura antes de que lanzase la moneda, la cubrí ante sus ojos y eche un vistazo antes de mostrársela.

-Cruz- dijeron ambos mirándose entre ellos para luego mirarme a mí.

Los tres nos tomamos de las manos sobre la mesa, la decisión estaba tomada y una nueva vida comenzaría para nosotros.

Sin duda alguna, echaría de menos a mi madre a diario, pero mantendríamos el contacto y la podría visitar siempre que quisiera, no estaba demasiado lejos y la situación hubiese sido igual de haberme ido con mi madre, hubiese echado de menos a mi padre, mi compañero de aventuras.

Tras cientos de despedidas y lágrimas, mi padre y yo nos encontrábamos en un vuelo con destino a nuestro nuevo hogar.

El viaje desde Península, un pueblo a las afueras de Cleveland que había sido nuestro hogar, hasta el aeropuerto fue de apenas 35 minutos, el trayecto desde el aeropuerto de Cleveland hasta el aeropuerto de Seattle fue de 5 horas y media haciendo escala durante una hora en Minneapolis. Por si todo este trasiego no fuese suficiente, mi padre había comprado un coche que nos esperaba en esa ciudad, por lo tanto, estuvimos sentados en el coche otras 3 horas y media antes de llegar a nuestro destino final, Forks, un pequeño pueblo de la península de Olympic.

-Papá podemos detenernos, aunque sea a comer algo- supliqué.

Claro cielo, en el próximo sitio que veamos, paramos y comemos algo, ha sido un viaje muy largo- dijo papá.

-Gracias, pensé que me iba a morir de hambre- dije exagerando una mueca triste con la que solía hacerlo reír y como esperaba, funcionó, logré sacarle una sonrisa.

-Estás en la compañía de un médico titulado en Cardiología y pediatría, creo que podré mantenerte con vida hasta llegar a un bar de carretera - dijo pinchando mi costado con diversión.

Siempre juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora