—Urmar solei solei yvhca— recitaba el Gran Maestro aquel dulce canto antiguo. El canto de la promesa—. Urmar solei solei yav-uká.
Colocada sobre sus rodillas Tihion Hydme rezaba el canto en conjunto con el Gran Maestro y el resto de los miembros del Sac-edrín. Estaba dentro del Templo del Tehila, postrada sobre la fina alfombra de complicado diseño que adornaba el Pac-mae Ibún, o el Salón de los Pactos como se le conocía en la lengua común. Rodeando la alfombra estaban todas las doncellas del palacio, con los rostros cubiertos por velos carmesíes tal y como dictaba la ley. Sostenían velas y coreaban tras el Gran Maestro.
Tihion levantó un poco la mirada, mirando directo hacia el alto tribunal, y sintió que un escalofrío la recorría de una punta a otra de sus dedos. No hacía muchos días que el Sac-edrín había exigido su presencia en el Templo del Tehila para hablar acerca de su eterna condición como prometida y la manera en la que esta podía ser, aunque no en su totalidad, cambiada.
Tras avisar a su familia de la propuesta del Sac-edrín y de la decisión que había tomado, fue llevada a las habitaciones del Templo en donde se le instruyó acerca de la labor que estaba por hacer y el trabajo que aquello significaba. Y ahora estaba de rodillas lista para firmar el pacto que se le había solicitado.
La música de tambores que inundaba en lugar cesó y el Gran Maestro se puso de pie en medio de la congregación con los brazos extendidos hacia los lados, dejando ver la belleza de los colores de su túnica y cómo las preciosas piedras que esta tenía en el pecho reflejaban los rayos de sol que alcanzaban a entrar, llenando todo de colores.
—Tu juramento escrito está. La promesa de tus labios ha salido. Y sobre tu cabeza el velo de tu pacto— tras sus palabras, una de las doncellas se acercó a Tihion y depositó la fina y blanca tela bordada—. Con tu vida cuidarás al Sujeto, y a su servicio estarás. Si la muerte necesaria es, morirás. Si tras los malos días un lugar seguro para él se encuentra, entonces podrás volver a tu hogar y sellar tu pacto eternamente.
Los tambores volvieron a sonar fuertes, como sonidos de batalla. El coro de las doncellas aumentó a la misma velocidad con la que Tihion Hydme se incorporaba. La solemnidad de aquel pacto, la solemnidad de su promesa era enorme. La totalidad de su vida acababa de ser destinada al cuidado de una persona a la que nunca había conocido.
—Serás llevada al campamento nikto en el que vas de vivir— tomó la palabra de nuevo el Gran Maestro—. Urmar solei solei iv-nak dova.
—¡Urmar solei solei iv-nak dova!— exclamaron al unísono todos los presentes en el Salón de los Pactos.
—Que la totalidad de mi vida esté protegida por los dioses— susurró Tihion cerrando los ojos y permitiendo que las bendiciones de los cielos cayeran sobre ella.
Su pacto había sido tomado.
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La mujer prometida || Din Djarin
FanfictionTihion Hydme había hecho un pacto con su religión: ella debía velar por la seguridad del Sujeto. Siendo todavía una novicia entre las cuidadoras del campamento nikto en el que se refugiaba recibieron un ataque y su pacto no hizo más que afirmarse. A...