Música

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La gélida noche la atravesaba con sus garras invisibles, congelando su alma en aquella calle empedrada. Tirada, casi sin vida, como una muñeca de fina porcelana, dejada, olvidada. Sentía como su corazón se paraba, poco a poco, sin prisa.
No se molestó en arrastrarse calle arriba, sabiendo que estaba sola con la oscuridad como único testigo de lo que había ocurrido, y las sombras los últimos vestigios de una vida de desorden y tristeza, mezclada con efímeros momentos de felicidad y placer. Las notas de un lejano violín se mezclaban con el rumor del río cercano.
El dolor parecia desvanecerse a la vez que la sangre carmesí inundaba la calle dibujando complicados esquemas en ella. Por primera vez en la noche una sonrisa triste se coló en sus labios ya palidos. ¿ Así terminaría todo? ¿No volvería a sentir los rayos de sol sobre su piel? ¿Ya no vería otro atardecer?
Miró hacia el cielo que le pareció mas brillante y aterrador. ¿Miedo? No, ella no tenía miedo a la muerte. Había vivido con ella durante demasiado tiempo, jugando un juego que sabía que perdería. A lo que si tenía miedo era al olvido.
No pensaba en nada y a la vez pensaba en todo, aguantando la respiración, agarrándose inútilmente a la vida que se le escapa de los dedos. Sabía que era demasiado tarde para cambiar, demasiadas heridas sin cerrar mezcladas con el dulce veneno de una ilusión falsa.
Sabía dolorosamente bien, que solo sería una mala noticia en el periódico: Una chica muerta al lado del río. Nadie la echaría de menos. A nadie le haría falta. Un escalofrío recorrió su espalda ante la idea. No quería morir, pero se sentía cómodo el duro empedrado bajo la fina camisa y las notas del violín resonaban en su cabeza. ¿Sería el violinista quien la encontraría por la mañana? No lo podía saber. Pero en ese momento deseó gritar, quería conocer al músico que ponía banda sonora a su muerte.

Música de Muerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora