CAPÍTULO XXXVI
Como era de esperarse, Lizzie empezó a verse más afectada por las molestias propias del embarazo, por lo cual Darcy habló al doctor para que la revisara. Celebraron su aniversario en Pemberley con un reposo relativo y Darcy estuvo con ella atendiéndola y cuidándola. Por este motivo Lizzie decidió posponer el inicio de sus clases de francés, aunque le gustaba escuchar la lectura de su esposo por las noches. Lizzie escribió breves mensajes a su madre, a la Sra. Gardiner y a Charlotte para comunicarles la noticia, quienes mandaron sus felicitaciones; también Darcy escribió una carta a Lady Catherine.
Los Sres. Darcy esperaban la aparición de sus invitados en el salón principal para celebrar las fiestas navideñas: los Sres. Donohue, los Sres. Gardiner y las Bennet, quienes se quedarían unos días. La familia Bingley llegaría sólo para la cena.
Darcy dejó su libro y se acercó al piano, donde Lizzie tocaba una hermosa melodía. Cuando ella concluyó, él se sentó a su lado y le dijo:
–Recuerdo que esta melodía la tocaba mi madre con frecuencia.
–Mi papá me la quiso enseñar en innumerables ocasiones, aunque no la tocaba muy bien; pero Georgiana me ayudó a aprendérmela.
–Ahora la interpretas maravillosamente. Con certeza serás una excelente maestra para nuestros hijos.
–Darcy, ¿crees que todo saldrá bien? –preguntó con gran incertidumbre.
Él tomó su mano y le dijo:
–El médico dice que todo va muy bien y yo estaré a tu lado para que te sientas segura. Ya hemos pasado la etapa más difícil.
–Para mí no ha pasado –reflexionó con vacilación–, sólo con un milagro.
–¿Milagro? –inquirió sonriendo y besando su mano con cariño–. Cuando, por iniciativa tuya, tomaste mi mano y la besaste, en aquella hermosa mañana, y consentiste nuestro compromiso, pensé que estaba ocurriendo un milagro. La primera vez que te besé, esa noche en nuestro balcón, estaba siendo partícipe de un prodigio y… ¡qué decir cuando después de cinco años de larga espera me anunciaste la maravillosa noticia de que estabas encinta y Frederic se encontraba en tu vientre, y luego esta criatura, de quien pronto sentiremos sus patadas! Mi vida contigo ha sido un
portento y nuestras oraciones han suplicado al cielo para que este nuevo milagro se realice.
Lizzie sonrió y recordó las palabras de su padre.
–Y debo añadir que sigo sintiendo lo mismo cada vez que te beso, como la primera vez, asombrosamente se repite el milagro cada mañana al despertar y sentir tus labios junto a los míos.
–¿Cada mañana?
–Sí, dormida o despierta, aunque lo disfruto más cuando estás despierta.
–Entonces procuraré amanecer antes de que te levantes.
–Y si por alguna razón no despiertas tan temprano y deseas que te bese, con sólo pedirlo yo estaré encantado de complacerte.
–Pensé que no tenía que pedir permiso –se rió.
Darcy sonrió y la besó con delicadeza.
La manija de la puerta se oyó girar suavemente y luego una vez más, mientras Darcy se incorporaba y el Sr. Smith entraba para anunciar la llegada de los Sres. Donohue, las Bennet y los Sres. Gardiner. La Sra. Bennet se adelantó a todos para felicitar a su hija y le dio un abrazo. Luego los demás se introdujeron y congratularon a los Sres. Darcy;
Georgiana con un especial cariño ciñó a su hermano y a Lizzie. Darcy los invitó a tomar asiento, mientras el Sr. Smith les servía té.
–Sra. Darcy, ¿qué le ha dicho el médico de este embarazo? Me tiene muy preocupada, desde que recibí su carta ya no mandó más noticias –comentó la Sra. Bennet.
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Los herederos del Sr. Darcy
RomancePor Teresa O´Hagan En esta obra, en la que continúa Elizabeth Darcy en Pemberley, es claramente una sorpresa para los lectores asiduos, y también para los nuevos. Si en la novela anterior la historia contaba la vida de Lizzie en su nuevo hogar, casa...