LVI - LX

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CAPÍTULO LVI

Una tarde en la cual los Sres. Darcy descansaban de una semana muy pesada a causa del intenso trabajo que se le había acumulado a Darcy por la ausencia de su primo y por unas noches de desvelo derivadas de la inquietud de sus pequeños por molestos cólicos; Christopher despertó de su siesta, lo que provocó que Lizzie se levantara y Darcy hiciera una pausa en la lectura. La madre le dio de comer, escuchando nuevamente el relato de su esposo y, cuando el bebé se mostró satisfecho, lo acostó sobre sus piernas y jugueteó con él por un rato. Al ver el brillo de esos hermosos ojos azules acompañados de una primorosa sonrisa dirigida a su madre por primera vez, Lizzie sonrió con los ojos ahogados en lágrimas, sintiendo un calor que le recorría todo el cuerpo y una emoción maravillosa, por lo que se acercó a besarlo cariñosamente en la frente.

Darcy, al ver el obsequio de su criatura y la alegría que reflejaba su mujer, cerró su libro y sonrió complacido, hinchado de felicidad, agradeciendo al cielo que pudiera contemplar esa conmovedora escena que compensaba todo el sufrimiento que habían vivido, mientras Lizzie tomaba su mano con cariño para compartirle su regodeo.

Luego, Darcy se acercó a cargar a Matthew y advirtió en él una sonrisa al recibir su atención, se sentó al lado de su mujer colocando a su pequeño sobre su regazo y observando la penetrante mirada de su hijo que lo estudiaba con vigilancia.

Después se intercambiaron los bebés para que Matthew fuera alimentado y disfrutaron un rato de su compañía antes de que el Sr. Churchill interrumpiera su actividad al tocar la puerta de su habitación. Darcy fue a atender y recibió una correspondencia del Dr. Donohue. Con mucha preocupación, temiendo que algo había sucedido con su hermana, abrió la carta prontamente, empezó su lectura en voz baja y respiró profundamente al terminar de leerla.

–¿Sucede algo? –investigó Lizzie.

Darcy le entregó el manuscrito sentándose a su lado y ella leyó, rezando para que fueran buenas noticias.

–¡Ya le levantó el reposo a Georgiana! ¡Entonces su embarazo va por buen camino!

–Gracias a Dios.

–¡Qué hermoso detalle que Donohue quiera festejar el cumpleaños de Georgiana y que nos hayan convidado! Yo no habría aceptado invitados a mi celebración.

–¡Yo tampoco! Aunque nuestra manera de festejar no tienen que realizarla todos los matrimonios.

–¿Acaso estás celoso?

Darcy guardó silencio.

–Tu hermana ya no es una niña, está felizmente casada y ellos están enamorados. No puedes negar que es el mejor regalo que puedes dar a quien amas.

–No, por supuesto que no, así como las muestras de afecto y todos los demás detalles que te hacen feliz y que sólo una persona que te conoce a la perfección te puede dar.

Lizzie sonrió.

–Pinceladas que te demuestran que todo el tiempo estás en mis pensamientos y que llenan de plenitud una relación.

Darcy sonrió y la besó.

Los Sres. Darcy acudieron a la invitación a cenar a Curzon, con mucha ilusión de ver a su hermana en mejores condiciones de salud. Los Sres. Donohue los recibieron en el salón principal y les ofrecieron una taza de té que el señor de la casa les sirvió para evitar que su mujer hiciera el menor de los esfuerzos.

–Pensé que ya te habían levantado el reposo –comentó Darcy.

–Sí, aunque Patrick insiste en que no debo cansarme, al menos mientras él está conmigo –indicó Georgiana–. Supongo que el haber estado tan consciente del peligro que corríamos el bebé y yo ha hecho que ahora extreme precauciones.

Los herederos del Sr. DarcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora