El Fantasma De La Paz

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- "Permiso, permisito... comper comper..." – A pesar de su complexión delgada, y de su cierta gracia al caminar, a Tigresa le costaba bastante el moverse entre las mesas del restaurante, estaban, bastante juntas – "Aguas con el cayo" – Ni cuenta se dio cuando piso la pata de un cerdo, el cual chillo, y le regreso una mirada molesta en reprimenda – "Uy... perdón"

Platos más, platos menos eran lo que entregaba día a día, pero no representaba un problema, mucho menos alguna incomodidad, Tigresa era consciente, y era agradecida respecto a la vida que se le había dado... pero no podía evitar sentirse atraída ante otras cosas... un ejemplo muy claro a esto serian seguramente las artes marciales, desde una cierta edad, desarrollo un gusto por el Kung Fu, si es que el mismo día que descubrió que le encantaba... no tardo demasiado en tallar ella misma las mismas figuras de acción que en su ventana tenia, mas sus pensamientos, fueron interrumpidos cuando escucho un llamado proveniente a una de las mesas cercanas a la entrada del restaurante

- "¡Tigresa! ¡Mi niña, por aquí!" – Al despejarse la mente, y levantar la cabeza, se encontró de frente con dos personas que le hicieron sonreír de oreja a oreja, una cabra madura, así como una cerdita de cierta edad avanzada, quienes estaban saludando a esta, mientras tomaban asiento

Tigresa no pudo contener demasiado su emoción, y fue entonces cuando apenas termino de entregar los pedidos pendientes, esta salió corriendo hacia aquella mesa, casi deslizándose por el suelo cuando llego, fue que les regalo aquella misma sonrisa de oreja a oreja más directamente a ellas... eran unas muy buenas amigas de su padre ganso, sin embargo, también eran amigas suyas, las conocía desde que podía recordar... a la cabra la recordaba por haber sido una de sus nanas... Tigresa si bien de pequeña, era tranquila, era bastante temida, pues los tigres no se veían muy seguido... sino es que nunca, y algunos debido a sus colmillos y garras, eran que tenían miedo... pero no lo tuvo aquella cabra... simpática, tierna, amorosa y maternal, cuido de Tigresa cuando al señor ping el trabajo lo tenía atareado, o agobiado, y así era, desde su niñez, hasta la infancia, y una muy pequeña parte de su adolescencia, que la cabra le hizo compañía, incluso le regalo el pantalón que estaba utilizando en esos momentos, claro que, antes el pantalón no estaba todo lleno de parches, y estos mismos se debían a unos ciertos altercados al ponérselos Tigresa, y con altercados hablo de que era casi misión imposible que se los subiera sin rasgarlos con las garras... pero con el paso de los años y el tiempo, controlo esa parte suya, y ahora podía subírselos sin problema alguno... la razón por la que no los había tirado aun, o los había reemplazado por otros más nuevos... era porque tenían un valor sentimental para ella... pues fue uno de los primeros regalos que le dieron en toda su vida

Y la cerdita... aquella mujer era ciertamente un caso especial, tal vez no tanto como la cabra, pero sí que se había ganado su importancia para la vida de la felina rayada, pues esta fue su maestra en la escuela, y la más querida para ella en realidad... es cierto, que hubo un punto en el que, algunos niños eran... malos, o crueles con ella por su aspecto y otras cosas, pero aun a pesar de esa maldad, la tigresita siempre encontraba consuelo y luz en la enseñanza de esa adorable cerdita, que a pesar de todo, y dijeran lo que dijeran... ella jamás se apartó de su lado en la escuela, comían juntas, caminaban juntas, y si había que hacer algo en equipo, ellas dos lo hacían juntos... tal vez eso molesto un poco más a los niños en ese entonces, Tigresa era la consentida de la maestra... y si, esto le dio buenas notas, aunque posiblemente su relación no influyo en eso, debido a que Tigresa, era de las que se esforzaban al cien por ciento en todo lo que hacía, sin duda alguna... ella era especial... y desde hace tiempo, conocida en el pueblo, el restaurante de fideos del señor ping llevaba bastante tiempo abierto, y desde que a ella le dio la oportunidad de integrarse al negocio familiar, fue más y más gente a la que conoció, y viceversa

Por el Fuego Vivimos, Por el Fuego MorimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora