Capítulo 8.

116 17 3
                                    

Tomás.

La mañana después del robo, me desperté ardiendo en fiebre. Mis músculos dolían, mi garganta dolía, mi cabeza palpitaba casi como un corazón.  Mantuve mi mirada en mis manos, casi creyendo que me pertenecían a otra persona. Cuando traté de levantarme, no tenía balance, no equilibrio y la habitación daba vueltas y vueltas. Traté de dar un paso, pero mis piernas no eran lo suficientemente fuertes para llevar mi paso.

Caí a la cama y escuché mi reloj romperse.

Mi mamá apareció en mi habitación y por alguna razón ella no parecía real.
—¿Ma? ¿Ma? ¿Sos vos?— creo que estaba gritando.

—Si.— dijo. Parecía tan seria.

—Me caí.— informé.

Ella respondió algo, pero no podía descifrar lo que estaba diciendo. Todo era tan extraño y hasta pensé que estaba soñando. Pero su mano en mi brazo se sintió como un toque real.

—Estás ardiendo.— dijo.

Sentí sus manos sobre mi cara. Me preguntaba donde estaba, así que hablé: —¿Dónde estamos?

Suspiró mientras me recostaba.
—Shh.

El mundo era tan silencioso. Había una barrera entre el mundo y yo. Y pensé que por un momento el mundo nunca me quiso y ahora estaba tomando una oportunidad para deshacerse de mí. Miré hacia arriba y vi a mi mamá parada enfrente mío, sosteniendo dos aspirinas y un vaso de agua. Me senté y agarré ambas píldoras, las puse en mi boca. Cuando sostuve el vaso de cristal pude notar que estaba temblando.

Colocó un termómetro bajo mi brazo, estudió el tiempo a reloj y luego lo retiró. 

—Cuarenta.— negó. —Tenemos que sacar esa fiebre. Seguramente son todos los gérmenes de la piscina.

—Es solo un resfriado.— susurré, pero parecia que alguien más lo decía.

—Creo que tenés gripe.

Pero es verano. Las palabras estaban en mi boca, aunque no podía decirlas. No podía parar de temblar. Ella colocó una manta sobre mí. Todo daba vueltas, pero cuando cerré los ojos, la habitación estaba inmóvil y oscura.

Entonces los sueños vinieron.

Las balas iban de acá para allá. Miles de balas, sin saber de quien eran o porqué. Julieta gritaba frente a mí, desesperada, agóncia, sangre... Aunque no podía oírla, estaba tieso, intentando moverme, pero se me resultaba imposible.

Y entonces todo desapareció.

Debí estar gritando, en la vida real, porque mi mamá y mi papá estaban en mi habitación. Yo estaba temblando y empapado de sudor. Hasta que me di cuenta que lloraba y no podía parar. Mi padre me levantó y sentó mi cabeza sobre sus piernas, acariciando mi rostro. Me sentía pequeño y débil. Quería detenerlo, pero no pude porque no había ninguna fuerza en mis brazos y quería preguntarle si me había abrazado cuando era chico porque porque no lo recordaba y ¿Porque no lo recordaba? Comencé a pensar que era un sueño, pero mi mamá estaba cambiando las sábanas de mi cama, así que era real. Menos yo.

Creo que estaba temblando. Mi padre me abrazó más fuerte y me susurró algo. Ni sus brazos, ni sus susurros impedían que siguiera temblando. Teresa secó mi cuerpo sudoroso con una toalla. Cambió mi remera y pantalones.

TOMÁS Y JULIETA DESCUBREN LOS SECRETOS DEL UNIVERSO [CROAZZU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora