Capítulo 10.

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Tomás.

Durante toda la tarde, Julieta lanzó preguntas. Yo las respondí. Cuando dejó de granizar y llover, el caluroso día repentinamente se volvió fresco. El mundo entero parecía estar tranquilo y calmado. Y yo quería ser el mundo y sentirme de esa manera.

La morocha se levantó del suelo y se detuvo en el asfalto. Levantó sus brazos hacia el cielo. —Todo es tan condenadamente hermoso.— dijo. Se dió vuelta. —Vamos a pasear.

—Nuestras zapatillas...— dije.

—Papá los va a poner en la secadora. ¿A quién le importa?

—Sí.— encogí mis hombros. —¿A quién le importa?

Sabía que había hecho eso antes. Caminar descalzo por el asfalto mojado, sabia que había sentido la brisa contra mi cara. Pero sentí como si no lo hubiese hecho nunca. A su lado parecía como que era la primera vez.

Julieta estaba diciendo algo, pero no la había estado escuchando. Yo estaba mirando el cielo, las nubes oscuras, escuchando los distantes truenos. La miré. La brisa estaba viva en su oscuro y largo cabello.

—Nos vamos por un año.— dijo.

—¿Porqué? Quiero decir ¿Cuándo?

—Mi papá va a ser invitado a una junta de camioneros donde les brindan trabajo por las ventas masivas en las empresas extranjeras... Y entonces, voy a estar ahí. Con mi familia. En Jujuy.

—Eso está muy bien.— respondí.

—Sí.

Había estado feliz, y entonces, así nada más, estaba triste. No podía soportar lo triste que estaba. No la miré. Miré hacia el cielo. —Buenísimo. ¿Cuándo te vas?

—Dentro de seis semanas.

Seis semanas.

—Buenísimo.

—Seguís diciendo "buenísimo."

Suspiré. —Bueno, lo es.

—Sí, lo es. ¿No estás triste porque me voy?

—¿Por qué lo estaría?

Ella sonrió y luego, no sé, había esa expresión en su rostro y era tan difícil saber lo que estaba pensando o sintiendo, lo que era extraño porque el rostro de Julieta era un libro que todo el mundo sabía leer.

—Mira.— dijo. Señalando un pájaro en medio de la calle que estaba tratando de volar. Me di cuenta que una de sus alas estaba rota.

—Va morir.— susurré.

—Podemos salvarlo.

Julieta caminó en medio de la calle y trató de agarrar al ave. La observé mientras agarraba el pájaro asustado. Ese fue el último recuerdo antes que el coche girará bruscamente por la esquina. ¡Julieta! ¡Julieta! Sabía que los gritos venían dentro de mí. Recuerdo haber pensado que era un sueño. Todo ello. Solo un mal sueño. No dejaba de pensar que el mundo se estaba acabando. Pensé en los gorriones cayendo del cielo.

Recuerdo al auto doblando la esquina y a Julieta de pie en el medio de la calle con un ave con el ala rota. Recuerdo las resbalosas calles después de la tormenta, recuerdo gritar su nombre.

Desperté en una habitación de hospital. Mis dos piernas estaban enyesadas. También mi brazo izquierdo.

Todo parecía muy distante y todo mi cuerpo dolía y yo seguía pensando ¿qué pasó? Tenía un ligero dolor de cabeza. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó? Incluso mis dedos dolían. Juro que lo hacían. Me sentía como una pelota después de un juego. Debí haber gruñido o algo porque de repente mi mamá y papá estaban junto a la cama. Mamá estaba llorando.

TOMÁS Y JULIETA DESCUBREN LOS SECRETOS DEL UNIVERSO [CROAZZU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora