Por fin era viernes por la noche y antes de cenar, tenía pensado revisar que todo en mi granja estuviera en orden.
Siempre lo hacía, porque mi padre también tenía la costumbre que echar un vistazo a sus animales y asegurarse que nada estuviera fuera de lugar. Lo que sé y lo que he aprendido, fue gracias a él.
—Será mejor que te des prisa o la cena se va a enfriar —dijo Abby, saliendo de la casa.
—Tranquila, cariño, no por nada fabricaron los microondas —contesté con una sonrisa, saliendo después de ella.
Abbry soltó un bufido.
—Como sea. Solo apúrate, ¿quieres? —insistió.
Le había pedido a Abby que me ayudara con algunas cosas.
Trabajar en equipo era mejor que hacerlo solo.
Estuve buscando por largo rato mi vieja pero funcional linterna y jamás la hallé, rendido a más no poder, nos encaminamos hacia el corral de los animales que atesoraba igual que mi propia vida.
El cielo estaba repleto de estrellas; el sonido de grillos y otros insectos inundaron mis oídos, como era de costumbre. Incluso escuché a lo lejos el ladrido de un perro y otros más se le unieron, como si anunciaran nuestra pequeña aventura.
Maldición.
Odio a los perros, igual que a los gatos.
Nunca quise tener uno.
—¿Sabes? Las gallinas últimamente no han puesto demasiados huevos —aseguró Abby a mi lado, con aire de indignación. Usaba su celular para iluminar nuestro camino—. Si siguen así, las vamos a tener que vender.
—O a preparar un delicioso almuerzo con ellas —bromeé con una sonrisa.
Ella me miró completamente horrorizada.
Era agradable olvidarnos por un momento la terrible situación que se cernía sobre nuestro querido y feo pueblo.
La granja no era muy grande y sin embargo, el espacio era suficiente para criar diferentes animales.
Abby y yo travesamos el gallinero. Después pasamos cerca de los cerdos, todo un chiquero como era habitual. Y antes de que nos introdujéramos en el establo, el foco iluminando la entrada, donde deberían estar los caballos, noté algo fuera de lugar.
Me detuve en seco y Abby también lo hizo.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
No dije nada, solo mantuve la vista fija lo mejor que podía en medio de la oscuridad que se extendía delante de nosotros.
Como siempre he dicho: llevo viviendo años aquí y sé de algo que los demás no, aparte del odio que nos tenemos: los animales, por muy oscuro que esté, siempre buscan la manera de permanecer vivos y hacer ruido.
Y esta vez no era así.
Había un silencio devolviéndonos la mirada.
En ese momento mi corazón comenzó a latir de prisa, creí que se saldaría de mi pecho y lo veía tirado en el suelo en medio de un charco de sangre.
—¿Te parece normal que estén callados? —le pregunté a Abby.
Ella cayó en cuenta de lo extraño que era nuestro entorno.
—Los animales… ellos… ¿han desaparecido? ¿Cómo es que pasó?
Ni siquiera me detuve a pensar en una posible respuesta.
Simplemente salí disparado hacia adelante como una bala.
Podía sentir el frente frío rozando mi rostro, pero yo en ningún momento de detuve. Y antes de que llegar al primer corral, me di cuenta que la situación era peor de lo que había imaginado.
Vacío. Cada compartimiento estaba vacío.
El miedo se apoderó de mí.
Mis animales… ¿qué les habrá pasado?
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Ley de retorno [#1.5] - ✔
Short Story[COMPLETA] HISTORIA DESTACADA EN EL PERFIL OFICIAL DE FANTASÍA WATTPAD - MAYO 2022. La naturaleza humana es bastante extraña. A veces frágil y otras veces demasiado poderosa. Pero, lo cierto es que hay algo escondido dentro de nosotros y dejarlo sa...