1.2. Aún Nos Quedan los Recuerdos

81 11 2
                                    


Así fue como, con un último respiro, tomó la pluma y el papel que descansaban sobre su escritorio y decidió sacar todo ese mundo de sensaciones que llevaba adentro hace meses

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Así fue como, con un último respiro, tomó la pluma y el papel que descansaban sobre su escritorio y decidió sacar todo ese mundo de sensaciones que llevaba adentro hace meses.

Querida vos:

No sé si algún día vas a leer esta carta, si tal vez algún día tenga el coraje de dártela o si tengas ganas de abrirla. Espero que seamos lo suficientemente valientes para hacerlo.

Pasaron tantos días, meses y años, que, aunque parece que el tiempo vuela y nosotras corremos tras él, a veces se detiene y se transforma en un torturante bucle de pensamientos y malos tragos. Desde que te fuiste el tiempo se siente así, como si el reloj se hubiera quedado sin pila eternamente y siempre marcara las tres de la mañana (hora donde los monstruos acechan y los fantasmas aparecen), convirtiendo a los días en infinitas madrugadas melancólicas.

Pensé que, cuando te fueras, me dejarías liviana y más libre, con menos miedos y más seguridades, pero hasta en tu huida me dejaste hecha trizas porque te animaste a hacer lo que yo nunca tuve coraje. Es cómico como siempre, de una forma u otra, tuviste una mejor manera de hacer las cosas. Siempre quedás bien a los ojos de todos, incluso en ese momento frente a los míos. La gente se creía ese insípido verso tuyo que vendías sobre tu personalidad, lleno de mentiras frías y risas por lo bajo. Y si algo comprobé en estos años es que la gente se traga cualquier cosa que le des; se creyeron que un beso de amor verdadero podía salvar a una princesa, no me sorprende que se crean tus supuestas verdades.

Me pregunto diariamente, «¿Qué fue lo que cambió tan drásticamente en nuestra forma de ver el mundo?», «¿Cuándo nuestras dos perspectivas pasaron a no ser válidas?», «¿Qué fue lo que hizo que pasemos de ser inseparables a irreconocibles?». Tal vez fue mi culpa por dejarte entrar a un lugar tan profundo y darte en bandeja de plata las instrucciones para que puedas herirme donde sabías que podía dolerme. Tal vez la razón se esfumó con el aire de la última vez que hablamos. Tal vez era un reloj de arena oculto en la vida de ambas. Tal vez mi tiempo había terminado y era momento de otra persona de ocupar mi lugar. Tal vez era hora de que cambie mi opinión sobre vos. Tal vez creíste que nuestra amistad no era suficiente para llenar ese pedacito del corazón que se suponía que debía llenar. O tal vez es mi culpa por buscar respuestas donde no las hay y querer mantener una idea insostenible.

No voy a mentirte, me conoces más que nadie (o eso creí), tengo miedo de lo que puede ser mi vida sin vos o la tuya sin mí, pero también tengo miedo de lo que hubiera pasado si seguían juntas. Me gustaría ser como el resto y que no me afecte tu partida, o, aunque sea, simular que no me molesta. Pero una parte de mi corazón tiene la ilusión encendida con esperanza de que pegues la vuelta y todo sea una buena anécdota de un sueño, y la otra no quiere ni verte cerca porque teme mirarte fijo y prenderte fuego con la ira de su mirada. Juraste estar a mi lado en cualquier momento, incluso en los más oscuros, pero toqué fondo y me quedé un rato sentada esperando tu mano que nunca llegó. Me siento patética por creer en tus estúpidas promesas y desperdiciar mi tiempo.

No tengo muy claro lo que escribo y no sé a dónde quiero llegar con esta carta, pero la idea no es desperdiciar ni mi tiempo ni el tuyo contándote lo miserable que me siento. Supongo que voy a tomar esto como una conmemorativa despedida a un capítulo de mi vida. Prefiero quedarme con lo bueno, aunque hoy me cueste un poco verlo. Aún nos quedan los recuerdos y deseo aferrarme a ellos y guardarlos en un rincón de mi alma. Espero que, aunque la vida decidió que no sigamos unidas, seamos dos desconocidas con recuerdos en común. Quiero creer que, aún hoy cuando mirás las estrellas, te acordás de nuestras noches de verano eligiendo una y poniéndole el nombre de nuestra amistad, porque pensábamos que iba a ser eterna como ella. Quiero creer que te seguís riendo cuando en la televisión pasan esa publicidad de pollos saltarines que tanto nos hacía doler la panza de las carcajadas. Quiero creer que, cuando escuchás aquella vieja canción de Ariana Grande, todavía te acordás de la coreografía que inventamos en el jardín de mi abuela. Quiero creer que, a veces, tenés un antojo de comer las empanadas de mi tía Rita los martes después de Educación Física. Quiero creer que, aunque yo no esté a tu lado, vas a cumplir igual nuestros sueños y que, cuando lo hagas, te vas a acordar de mí en algún momento. Quiero creer que, si encontrás una foto nuestra en algún CD viejo, la vas a recordar con ternura como yo.

Sabés que mi vida siempre estará abierta a tu presencia y que, si querés ser parte, sos más que bienvenida porque, aunque las lágrimas caigan y el agua pase debajo del puente, una parte de mí sigue con vos. Ojalá que tus recuerdos estén igual de encapsulados que los míos, que tengan un rinconcito en tu corazón.

Con mucho cariño, tu vieja desconocida a la que aún le quedan recuerdos en común con vos.

P.D.: Perdón si la hoja está un poco mojada, no pude contener las lágrimas mientras escribía.

- Para todos los que no estaban listos para perder una amistad. No busquemos respuestas donde no las hay.

— AGUS. ☆ 

La Constelación de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora