2.2 Superheroes de Trapo y Cartón

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Todo era perfecto: las luces, las sillas, las personas vestidas, él, yo, nuestros trajes

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Todo era perfecto: las luces, las sillas, las personas vestidas, él, yo, nuestros trajes. Era como una película de ensueño.

—Tu turno, Tomás —dijo el juez de paz, mirándome.

—Me acuerdo que un día escuché a mi abuela llamarme desde la cocina. Me dirigí hacia allí y la vi parada con su nueva creación entre sus manos. Había juntado todos los pedazos de telas que le habían sobrado de algún que otro proyecto y me había confeccionado lo que le había pedido hace semanas: mi nueva capa de superhéroe.

»Me fascinaban los superhéroes, con sus míticas capas, sus grandes armaduras, sus máscaras fabulosas, sus grandes músculos y sus altos saltos. Soñaba con ser uno de ellos, de que me pique una araña, tener armaduras tecnológicas, despertar un día y que la fuerza de mis músculos sea invencible. Por eso, pasaba horas en el jardín de mi casa, atándome trapos de mi abuela a la espalda fingiendo que eran grandes capas. Tardes enteras confeccionando máscaras de cartón para mantener mi identidad encubierta de mis vecinos. Me dormía deseando que, al despertar, algún superpoder surja de mi cuerpo. Decía que de grande iba a ser un superhéroe y, si me preguntaban por qué, decía que era porque quería salvar a la gente, quería hacerlos sentir seguros.

A medida que vamos creciendo perdemos cosas, y una de ellas es la inocencia. Cuando somos chicos soñamos con un mundo de fantasías, donde todo funciona perfecto, donde somos libres, donde las responsabilidades no existen, donde podemos ser lo que queramos ser cuando y donde queramos. Crecemos y vamos perdiendo sueños y deseos, la pureza que tiene un niño de reír, llorar, gritar o ser donde quiera. Entendemos que, lamentablemente, hay personas que tienen el cerebro del tamaño de un maní, o más pequeño aún, donde ideas diferentes a las de ellas no son válidas, donde yo no soy válido. A los dieciséis, mi papá dejó de ser mi papá. En sus propias palabras, prefería morir que tener un hijo como yo. Negarme era más fácil que morir, supongo. Fue mi mamá la que me abrazó y me dijo que ella prefería morir que estar con un tipo que no aceptaba una característica básica de su hijo.

Crecí bastante, pero el deseo de transformarme en una especie de Iron Man nunca cesó. Una parte de mi quería despertar y que nadie lo sepa, total, la máscara ya la tenía. Me la confeccionó la sociedad, no con cartón, sino con mentiras. La capa me la escribieron con etiquetas, prejuicios, expectativas, insultos; le ataron piedras para que camine más lento, para que me pese la espalda y me duela ser quien soy.

Recuerdo que, a los quince, mi terapeuta me dijo que debía dejar de temer a quien era. Que el único que creaba demonios que, en ese momento, eran inexistentes era yo; que deje de perder tiempo con los inventados y enfrente a los reales; que me pare y deje de tener miedo a quien era o que, por lo menos, lo intente.

Durante muchísimo tiempo, me quise ocultar detrás de una máscara para esconder lo que sentía. Pensaba que, tal vez si todos me veían como el gran héroe, se olvidarían del otro pequeño detalle. Quería hacer sentir al resto seguro porque yo no estaba seguro ni de mí mismo.

Tal vez, quería crecer para transformarme en ese superhéroe que siempre deseamos ser y salvar a la gente. Yo creo que lo hicimos, sin los superpoderes, obviamente. Hay veces que no necesitamos nosotros ser un superhéroe, sino que necesitamos uno que nos salve, incluso de nosotros mismos. Los míos fuiste vos, mi mamá, mi abuela, mis amigos, todos aquellos que me amaron sin ninguna condición. Nuestro pequeño niño tal vez esté un poco decepcionado de no poder tener rayos láser, pero seguro está orgulloso de lo que nos convertimos. Somos superhéroes de trapo y cartón porque no necesitamos grandes armaduras o superpoderes para poder salvar a otras personas: las salvamos en cada abrazo, en cada mensaje o incluso en cada sonrisa.

—Gracias —dije mirando a mi, ahora, esposo con una sonrisa brillante y lágrimas en los ojos.

- Para todos aquellos que fueron negados por su elección sexual. No están solos. Son superhéroes y tienen a otros que los cuidamos.

— AGUS. ☆

(Créditos a tres de mis mejores amigos por la ayuda. Gracias, los adoro).

La Constelación de los SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora