Sagitario salió del aula tras molestar a Leo. Ese pequeño instante de bromas era de momento lo único en el día que no le había hecho perder la cabeza.Intento sonreír, pero tan solo consiguió formar una mueca amarga en su rostro.
Los quince minutos de descanso para poder desayunar estaban a punto de terminar. Se sintió mal en cuanto cruzo la puerta del patio.
Iba a saltarse las siguientes clases, el no solía faltar a clases y ahora se sentía mal por fallarle al profesor de filosofía. Pero en esas condiciones no podía asistir, hoy se cumplían cuatro años de aquella situación.
El dolor seguía estando presente desde aquel día junto con la culpabilidad. Los recuerdos de aquel día lo atormentaban y las pesadillas estaban presentes todas las noches.
Se dejó caer en el húmedo césped bajo la gran sombra del cerezo. Un pétalo cayó en su mejilla siendo arrastrando por una lagrima.
-Lo siento, perdóname por favor- las lágrimas seguían cayendo sin cesar, el mantenía la mirada fija en el cielo.
-Ojalá pudiera volver al pasado, ojalá me hubiera dado cuenta de todo el daño que habitaba en tu interior- el nudo en su garganta cada vez era más grande.
-Desearía que todo lo que sucedió aquel día solo hubiese sido una pesadilla...-
Sagitario comenzó a sollozar ahogadamente. Sentía como la pesadumbre le consumía cada vez más, todo parecía oscurecerse a pesar de que el sol brillaba fuertemente.
Y entonces, cuando creía que la oscuridad iba a dominarle unos cálidos brazos le rodearon en un fuerte abrazo.
Sagitario abrió los ojos haciendo que las lágrimas retenidas se deslizaran por sus mejillas. Se quedó observando los ojos de Cáncer los cuales no dejaban de mirarlos de forma cálida y segura.
Cáncer volvió a rodear entre sus brazos el cuerpo de Sagitario, consiguiendo que los temblores del menor cesaran.
Le sostuvo la mano entrelazándola con la suya.
-Esta bien si ahora mismo no quieres contarme, estaré aquí todo el tiempo que necesites, tienes mi apoyo por siempre- Cáncer le dedicaba una pequeña sonrisa mientras acariciaba su mano.
-Y-yo soy un monstruo... Daría lo que fuera por cambiar el pasado- sollozó Sagitario.
-No, no lo eres- Cáncer sostuvo entre sus manos el rostro del más bajo mientras le secaba las lágrimas.
-S-Si lo soy- Sagitario se aferraba a su propia ropa mientras continuaba llorando- Todo fue mi culpa.
Cáncer negó con fuerza, volvió a sostener entre su mano la mano de Sagitario y le dedicó una mirada de seguridad.
-¿Quieres... escuchar la historia de un asesino?- la voz de Sagitario sonaba quebrada por el llanto.
Cáncer sostuvo esta vez ambas manos entre las suyas y asintió un poco nervioso, pero sin perder la seguridad y confianza de Sagitario.
Y así fue como la historia dio comienzo.
[...]
Cinco años atrás...
El joven adolescente de tan solo trece años golpeaba repetidas veces la vieja y devastada puerta marrón, de su hogar.
Sagitario estaba empezando a desesperarse, nadie le abría la puerta. Podía abrir desde afuera murmullos desde dentro de la casa y eso lo confundía.
¿Por qué no le abrían la puerta?
Volvió a golpear la puerta, haciendo sonar más fuerte el ruido. Los murmullos cesaron y fueron sustituidos por gritos de horror.
Sagitario sintió como toda la sangre que circulaba por sus venas se congelaba. Se quedó petrificado al escuchar los gritos de terror de si madre.
Golpeó con todas sus fuerzas aquella puerta de madera, pero los gritos no cesaban, cada vez eran más fuertes.
Escuchaba cada vez más fuerte la voz desgarradora de su madre suplicándole a su hermano que parara.
-¡Madre!- el grito de desesperación y dolor del pequeño resonó en todo el edificio.
Los vecinos sabían lo que estaba sucediendo pero nadie hacía nada en aquel, "mundo" la única manera de sobrevive era con la ley del más fuerte.
Un barrio perdido, olvidado, ignorado e inexistente para el resto de la sociedad. Donde cada día vivías con la duda de si al anochecer seguirías con vida.
Sagitario sollozó, no podía seguir golpeando la puerta. Sus manos estaban llenas de astillas y sangre.
El tiempo se estaba agotando. Rápidamente tomó su vieja mochila sacando de ella su tarjeta de estudiante.
Como pudo introdujo el pedazo de plástico en la puerta, forcejeando con la cerradura hasta lograr abrirla.
Las lágrimas le recorrían todo el rostro mientras buscaba desesperadamente en cada habitación. Cuando llego a la puerta de la cocina sus pies se detuvieron al presenciar la imagen que tenía ante el.
Su hermano jugaba con el cuchillo que tenía entre sus manos, parecía completamente ido en el.
Su madre estaba desparramada en el suelo de la cocina, intentaba reincorporarse pero no podía. Su rostro estaba completamente desfigurado por el terror y las lágrimas que lo cubrían.
La mujer se percató de la presencia de Sagitario, intentó sonreír y hacerle unas señas con la mano para darle a entender que tenía que salir de ahí.
El pequeño negó con la cabeza mientras sollozaba silenciosamente. Tenía que buscar la forma de tranquilizar a su hermano.
Sagitario no tuvo tiempo de pensar en una solución. Su hermano acaba de percatarse de su presencia y se acercaba ante el con el cuchillo entre sus manos.
Un fuerte escalofrío le recorrió por completo el cuerpo de Sagitario al ver la mirada fría y sin vida de su hermano.
Aquel chico no era su hermano, era un caparazón sin vida.
El dolor empezó a invadirle, el sabía de la enfermedad que padecía su hermano incluso antes de que la psicóloga del centro escolar se la detectara.
¿Por que nunca avisó a su madre?
-Cetus, detente por favor- Sagitario se aproximaba a paso calmado hacia su hermano con lágrimas cayendo- Mira lo que estás haciendo... mira a mamá- el nudo en su garganta era cada vez mayor.
Cetus retrocedió unos pasos y se quedó observando sus manos temblorosas con el cuchillo en mano y le dedicó una mirada horrorizada a su hermano.
-¿Que q- qué estoy haciendo?- Su voz se iba quebrando y desgarrando a medida que sus palabras salían de su boca- Y-Yo no quería hacer esto.
Los sollozos de ambos hermanos inundaron la cocina, Cetus se derrumbó y cayo de rodillas al suelo mientras se sostenía con ambas manos la cabeza con fuerza.
-Ayu—ayúdame- susurró Cetus.
A partir de ese momento los recuerdos de Sagitario empezaron a distorsionarse, recordaba la última mirada de dolor que le dedicó su hermano antes de lanzarse contra el.
Y entonces recordó sus manos llenas de sangre, las lágrimas comenzaron a salir. El cuchillo estaba clavado en el pecho de su hermano.
La última mirada que le dedicó; una mirada de alivio junto con angustia y dolor. Sus últimas palabras "gracias" antes de cerrar sus ojos.
Los recuerdos volvían a ser confusos y distorsionados, como pesadillas que se repetían día tras día.
Lo último que recordaba era el sonido lejano de la ambulancia en la que se llevaron a su madre, también recordaba las voces lejanas de algunos vecinos si se encontraba bien.
Irónico, ¿no?.
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