El cumpleaños

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7. El cumpleaños

Santana no se arrepintió de haber aceptado la invitación de Tina. Quería, deseaba, necesitaba, estar en esa fiesta... Ver la cara de Brittany. La morena había acudido al día siguiente al mismo establecimiento donde la rubia había comprado el regalo para su esposa, y no sintiendo remordimiento alguno, empleó parte de sus ahorros en adquirir el mismo vestido. ¡Quería ver la cara de Brittany!, cuando apareciera en aquella fiesta de cumpleaños, ataviada con la misma ropa que su insufrible esposa. Y se relamía de gusto sentada en el sillón de su despacho, recreándose en su propia maldad, ni siquiera Marley estaba al tanto de lo que se disponía a hacer.

Faltaban solo un par de días para el ansiado evento y su relación con Brittany había variado un poco desde el día de los helados. Es cierto que la rubia apenas le dirigía la palabra y solía sonrojarse si ella estaba delante, pero notaba que ya no estaba tan tensa cuando por alguna razón debían quedarse a solas y que incluso en una ocasión, solo en una, la había visto sonreír con uno de sus ingeniosos comentarios. Santana Lopez estaba ansiosa por que llegase el día en que podría lucir aquel vestido, que debió ser suyo y no de Tina.

Marley llegó temprano, la puntualidad era una de sus normas, y para su sorpresa, su prima también lo había sido. Era la segunda vez en un corto periodo de tiempo, todo un récord para la morena.

- Estás preciosa - dijo mientras entraba en el ático – Ese vestido debe haberte costado una pasta.

- En efecto, es carísimo, pero la ocasión lo merece – contestó Santana echándose una última ojeada en el espejo.

Marley pensó que su prima quería impresionar a Brittany aquella noche, suspiró resignada ante su terquedad.

- Aun estamos a tiempo de no ir.

- ¿Por qué dices eso? Tú pareciste divertirte mucho con Tina hace un par de semanas – Santana no perdió la oportunidad de echárselo en cara.

Marley torció el gesto, en realidad Tina no le caía ni bien, ni mal, simplemente le era indiferente. Y si aquel día aceptó su invitación a almorzar, lo hizo para comprobar algo que le preocupaba... Aún no había visto a Brittany, quería saber cual era su reacción cuando Santana y su esposa estaban juntas. Y su preocupación siguió igual que antes de la dichosa comida, o quizás mucho peor, después de la tensión que notó cuando llegó a la heladería. Suspiró y decidió no contestar a su prima, aunque esa sonrisita no le gustaba nada. La conocía y Santana tramaba algo.

- Pues vamos entonces – dijo resignada.

- ¡Cielo Santo Marley!... No conozco la dirección de Brittany.

- Tú no, pero yo sí... Tina me la apuntó en una servilleta el día del almuerzo... En marcha.

El taxi esperaba en la puerta y las dos muchachas subieron a él rumbo a una fiesta en la que ni siquiera deberían estar. Iba más lento de lo habitual, el tráfico era imposible a esas horas, sobre todo por ser sábado. Por fin el vehículo dobló una esquina y de pronto la memoria de Santana comenzó a llenarse de recuerdos. Ella había vivido en aquella calle. Sonrió, pasar de nuevo por ella le inundaba el corazón de emoción... ¿Quizás podría reconocer su casa? Estaba segura, Santana bajó la ventanilla y sacó la cabeza por ella.

- ¿Qué haces? – preguntó su prima extrañada.

- Marley... ¿No lo recuerdas?... Yo viví en esta calle.

La castaña pegó la nariz al cristal y sonrío.

- ¡Tienes razón!

- ¡Mira! ¡Allí está! ¡Allí está mi casa! – gritó Santana emocionada.

Mi rubiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora