Continuación
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Los siguientes días fueron más o menos similares, Linda venía a visitarme algunas veces y cuando lo hacía, siempre me causaba pequeños infartos ante la majestuosidad de sus piernas desnudas o sus blusitas bien ajustadas que remarcaban el canalito de sus tetas.
—¿Me escuchaste? —mencionó con dulzura. Ambas nos encontrábamos en el cuarto de lavado del edificio. Siendo la única conocida, le pedí me mostrara donde podía lavar mi ropa.
—Si, deposito de detergente aquí, botón de inicio allá. Es pan comido.
—Excelente.
Sonrió. Mientras colocaba la ropa en la lavadora noté que ella me observaba, ante el nerviosismo que me causo su mirada, dejé caer unas prendas al suelo, por lo que bajé las manos para recoger todo mi desastre. Nosé en que momento sucedió, pero sentí el cuerpo de Linda muy cerca de mí.
Mis mejillas se encendieron, mis nalgas rosaban con su pubis y eso provoco un leve espasmo al rededor de mi vientre.
—Creo que olvidaste el enjuague, deja te presto el mío —dijó con inocencia, al mismo tiempo que se estiraba más al frente para alcanzar el cajón donde guardaba sus productos.
—A... está bien —seguí levantando mi ropa con una dolorosa sensación de placer al momento que disfrutaba su contacto. La velocidad con la que recogía mis cosas era tan similar al de una tortuga.
Pude haberme echo a un lado o bien, recogido todo de golpe. Ella también hubiera buscado otro ángulo, o esperado a que terminará de recoger la ropa, pero ninguna lo hizo.
Lo cierto es que... transcurrían los segundos y seguíamos unidas rozándonos con sutileza. Noté que colocó una de sus manos en mi cintura y, llámenme loca pero pude sentir que acarició mi piel por sobre mi blusa.
Nerviosa a más no poder, terminé por levantar todo, ella siguió muy junto a mí al menos hasta que consiguió bajar lo que se supone me prestaría.
—Toma —dijó muy cerca de mi oído. Dicho lo último caminó a la salida esbozando una inocente y candida sonrisa.
—¿Qué demonios había sido eso? —susurré abochornada.
...
Después de terminar con los deberes, regresé a mi departamento. Dejé el sesto de ropa sobre el sofá ya luego me encargaría de doblarlo.
Por lo pronto, me di una ducha rápida, necesitaba preparar algo de comer.
Antes de subir a descansar, tenía que ir con Linda para entregarle las llaves que me prestó.
...
La noche ya había caído, el sonido de las patrullas vigilando el vecindario me hizo sentir tranquila para andar afuera tan tarde, sabía que elegí un buen lugar para vivir y eso me dejaba orgullosa de mi decisión.
Me quedé un par de minutos tocando la puerta, hasta darme a la idea que probablemente ya se encontraba descansando.
De nuevo, como si de un dejavú se tratara, recordé el primer día en que la conocí. Siendo más específica, el instante en que entré sin permiso a su departamento y la ví teniendo sexo.
¿Podría repetirlo? ¿La... encontraría de nuevo en la misma situación?
—... —tragué saliva, busqué entre sus llaves la indicada, no siendo problema porque tenía una pequeña marquita con barniz en su costado.
El seguro se removió, mi corazón comenzó a latir con fuerza, quería entrar y seguir hasta el final, pese a las advertencias de mi sub-conciente de no hacerlo.