¡No soy un elfo navideño!

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Yuri odiaba muchas cosas, era parte de su esencia y nada de lo que hiciera podría cambiar su manera de ser; tenía poca paciencia y no toleraba el contacto humano, por lo que odiaba con todo su amargo corazón las aglomeraciones de personas, también odiaba los retrasos y el llanto de los niños, odiaba las festividades y el consumismo, odiaba que su café se enfriara y que su hora de almuerzo se retrasara por sus estúpidos compañeros de trabajo.

En fin. Yuri Plisetsky era un gruñón.

Sin embargo, había algo que odiaba aún más: la Navidad.

Sí, podría decirse que el joven Yuri, a sus veinticuatro años, era bastante parecido al Grinch... en el sentido de que odiaba la Navidad, no porque fuera verde y peludo.

Para Yuri, como ruso que era, la Navidad no tenía ningún sentido mágico ni religioso, era solo una fiesta más que se torcía gracias a la influencia occidental (estúpidos yankees), donde toda la gente fingía ser buena y demostraba su "amor" comprando regalos absurdamente caros e inútiles; pero lo peor... eran los mocosos mal portados, esos pequeños engendros pegajosos que le pedían juguetes a San Nicolás.

Urgh.

Podría encerrarse en su casa y no salir hasta finales de enero, Yuri lo sabía, pero no, como cualquier ser humano decente se veía obligado a trabajar, incluso en estas fechas.

Y trabajaba en un centro comercial.

Todo el día.

Con un estúpido disfraz de elfo navideño. 

Lo odiaba. Lo odiaba desde el verde sombrero de duende con cascabeles hasta los zapatos puntiagudos. Odiaba demasiado esos pantalones verdes a la rodilla y las medias de rayas rojas y blancas, odiaba la estúpida chaqueta con ese cuello y puños triangulares de fieltro tan áspero que le picaba por todas partes.

Si Yuri no hubiese necesitado el dinero tan urgente, no hubiese permitido que su amiga, Mila, lo arrastrara a un trabajo como ese. De acuerdo, no era ta~an urgente, solo quería comprarle una televisión nueva a su abuelito como regalo de Navidad... puede que él odiara la fecha, sí, pero su abuelito no y merecía el mejor regalo del mundo.

Mila le había dicho que el trabajo era sencillo, solo pararse al lado del tipo que fingía ser San Nicolás, saludar a los niños, quizás sonreír un poco e indicarles cuál era la salida del pequeño escenario que había montado la administración del centro comercial (algo así como: compren, fotografíense con San Nicolás y sus elfos navideños.)

El trabajo duraría una semana, este era su sexto día y Yuri se sentía más estresado que a finales de semestre en la universidad.

Cuando cumpliara su séptimo día, quemaría el estúpido traje y patearía a Georgi (el idiota que hacía de San Nicolás) por desaparecer por horas, ¡HORAS!, Y Yuri se convertía en el encargado de distraer a los mocosos, porque Mila estaba más ocupada coqueteando con los hermanos mayores y/o padres de los niños que querían sentarse en el regazo de San Nicolás.

🎄🎄🎄

Yuri Plisetsky cargaba una migraña épica.

De ese tipo de dolor donde ya ni siquiera se puede ver con normalidad y hasta el más mínimo ruido suena como un elefante bailando tap en una cristalería. Encima, tenía un hambre horrible, su estómago sonaba tan alto que la gente se le quedaba mirando asustada.

Pateó el locker del camerino cuando descubrió que no había metido el contenedor con su almuerzo en la mochila. Tendría que comprar algo de comida chatarra y eso lo enfurecía aún más, porque su almuerzo (se supone) serían pirozhki preparados por su abuelo.

La historia del no Elfo de la Navidad [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora