No, no soy un elfo de la navidad

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No podía negar que estaba nervioso.

Ya había hecho un agujero en la manga de su suéter de lana, ahora podía sacar el pulgar por allí.

Otabek le dijo que pasaría por él a las ocho y aún faltaban diez minutos, pero no podía dejar de sentirse extraño al respecto; a momentos se sentía eufórico, sumamente feliz de que hubiese tenido la oportunidad de tener una cita con Otabek, pero al segundo siguiente quería desaparecer y le entraba la rabia con Aristan por haberse perdido en el centro comercial antes de navidad.

Es que, a veces, Yuri podía ser demasiado ansioso.

Movía el pie frenéticamente y trataba de vaciar su mente de su elección de ropa. Es decir, Otabek dijo que saldrían a beber algo... era de suponer que irían a un bar, algo informal, así que había optado por unos jeans lisos, sus zapatillas favoritas con estampado de leopardo y un suéter de lana negro que bajaba más allá de su trasero; era simple y bien coordinado, sin embargo, cuando le pidió la opinión a Mila, esta le dijo que era demasiado simplón y que parecía un mocoso... estuvo a punto de gritar de frustración, y luego recordó que su amiga era capaz de ir con un bikini de lentejuelas a misa, así que no era un gran referente.

Ahora, estaba por hacerle un agujero a la otra manga.

Su abuelito estaba ocupado mirando telenovelas en su nueva televisión, así que no le prestó más atención después de que le dijo que saldría con un amigo; Nikolai ni siquiera lo cuestionó, parecía mucho más interesado en cual sea el nuevo drama turco al que estaba enganchado.

Realmente intentaba dejar de sobrecalentarse la cabeza con las cosas que pasaban por su mente: ¿de qué diablos iban a hablar?, la vez anterior, en la cena, fue fácil mantener una conversación cordial en torno a Aristan y su fijación con los elfos navideños, fue incómodo, sí, pero tenía toda esa aura de inocencia que solo puede aportar un mocoso con mucha imaginación.

Esta salida se trataría de ellos dos y Yuri no era bueno coqueteando, era más bien experto en insultar a las personas y humillarse a sí mismo cuando intentaba parecer un ser humano decente. Seguían conversando por mensajes, pero eso era mucho más fácil... podía hablar con fluidez si no tenía que verle la cara a Otabek.

¡Es que el cabrón estaba muy guapo!

Habían soltado un par de cosas agradables, un flirteo de bajo perfil, cumplidos y palabras de cortesía.

Siendo sincero, Yuri no pensó que el día en que tuvieran la dichosa cita llegaría tan pronto, la madre de Aristan había viajado al día siguiente de la cena, así que el renacuajo pasaría las fiestas de Año Nuevo con su familia materna. Y había una pequeña parte de Yuri que empezó a construir en su cerebro la idea de que invitara a Otabek a pasar el Año Nuevo en su casa, aunque no sabía que diría su abuelito al respecto...

Casi saltó de su asiento cuando escuchó la melodía del viejo timbre en su puerta.

Mierda.

Mierda. Mierda. Mierda.

Se alisó el cabello y caminó de un lado a otro antes de atinar a agarrar su abrigo y su teléfono. Como era un idiota, Yuri no había visto su celular y, por lo tanto, había pasado por alto el mensaje donde Otabek le avisaba que ya estaba cerca de llegar.

—Abuelito, voy saliendo.

—Cuídate, Yuratchka. Llama si lo necesitas.—Nikolai le dio una media sonrisa y sacó su monedero para sacar un billete arrugado.

—No es necesa...

—¡Toma el dinero, Yuratchka! Pásalo bien y con cuidado.

—Sí, abuelito.

La historia del no Elfo de la Navidad [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora