1- Ataque

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Harry Potter no era un chico normal. Nunca lo había sido. Especialmente desde que lo habían aceptado en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Ahora tenía 14 años, y estaba a punto de cumplir 15, y ya había pasado cuatro años en esa escuela.

Amaba su escuela, más que nada en el mundo, pero lo último que había visto, cuando Voldemort, el mago más perverso de toda la historia, había vuelto en el Torneo de los Tres Magos, había hecho que todo el tiempo tuviera miedo, que todo el tiempo estuviera asustado.

Sabía que en la casa de sus tíos, los Dursley, nada podría pasarle, pero de todas maneras, cuando miraba de un lado para otro en la calle, siempre sentía que había alguien observándolo, que en algún momento lo atacarían.

Fue por eso que, en ese momento, se encontraba sentado en el jardín de la casa, mirando a su alrededor en silencio.

¿Qué pasaría si Lord Voldemort lo encontraba? ¿Lo torturaría? ¿Jugaría con él hasta matarlo?

Había visto como Voldemort mataba a Cedric Diggory hacia solo unos meses, como terminaba con él sin piedad. Podía haberlo dejado ir, sobretodo porque Cedric no era importante en lo que estaba pasando. Cedric no tenía nada que ver con Voldemort. Pero sin embargo lo había matado, había terminado con la vida de un chico de 17 años que tenía todo por delante.

Harry empezó a tiritar al recordar eso.

De pronto la puerta se abrió, y tía Petunia salió al patio y lo miró.

-Chico, vamos a salir. No quiero que pase nada en esta casa, ¿quedó claro?

Harry asintió. La verdad era que en ese momento no quería estar solo, pero prefería no decir nada. Dudaba que para sus tíos fuera importante o no si el no quería quedarse solo.

-No hagas nada-después de eso, tía Petunia entró a la casa.

Harry se quedó en silencio, más asustado que nunca, mirando el pasto bajo sus pies. Cuánto le habría gustado tener a alguien que lo quisiera, alguien que quisiera protegerlo sin importar el precio.

Sabía que tenía a Sirius, pero la verdad era que con suerte lo había visto en su vida, y sabía que aunque había cariño entre ellos... tal vez no era lo que Harry necesitaba.

Él necesitaba a alguien que estuviera a su lado, alguien que lo amara por sobre todas las cosas. Alguien... como un padre.

Se recostó en el pasto, mirando el cielo mientras se oscurecía, y en menos de dos segundos, estaba plácidamente dormido.

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-¡POTTER!

Harry abrió los ojos de un golpe, asustado. ¿Quién le habría gritado? Se sentó en el pasto, mirando a su alrededor en la oscuridad. No había nadie, no se escuchaba nada.

De pronto, la puerta se abrió, y un hombre vestido de negro, con una larga túnica, entró al patio. Harry sintió como el miedo lo embargaba. Lo más probable era que fuera un mortífago que viniera a matarlo.

-¿Quie... quién es?

-¡Soy yo Potter! ¡El profesor Snape!-gritó el hombre, acercándose más.

A la luz de la luna, Harry pudo ver la cara de su profesor menos favorito de Hogwarts, el profesor de Pociones, Severus Snape.

-¿Qué...

-¡LEVÁNTATE POTTER!-gritó el profesor.

Harry obedeció, sin entender nada.

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