Capítulo 15

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Los ojos azules de Nico se posaron sobre mí durante unos segundos, como si realmente una parte de él estuviera contemplando hacerle caso a la señora y besarme contra el árbol.

Miré mal a los tres y me crucé de brazos.

¿Qué putas les hacía pensar que ellos podían pasarme de uno al otro como una pelota?

Incluso Nico, no importaba que estuviera buenísimo y que me encantara, yo no iba a permitir que me besara frente a los otros dos desquiciados, mucho menos si era para obedecer órdenes de una mujer contratada por Cordelia.

Aquí la que decidía cuando besar era yo.

—Pero no se queden ahí tiesos, ¡sólo estoy jugando!

La doctora Varacalli se echó a reír con ganas, como si los tres fuéramos los mejores comediantes del mundo y no tuviéramos cara de querer lanzarnos de uno de los árboles y morir. Expectante, aguardé a que los dos Neumann se dignaran a defenderse pero ambos parecían estar en blanco.

Así hasta me daba la sensación de que les acababa de decir que milagrosamente dos de mis óvulos habían sido fecundados por ellos en la fiesta.

Caminé con determinación hasta la señora.

Como siempre, Star van der Vaart tiene que encargarse.

—¿Qué es lo que le ofrece mi madre? Se lo duplico y le agrego un viaje a Bora Bora —la doctora Varacalli revoloteó sus ojos bien abiertos hasta mí sin verse convencida del todo. Le eché un vistazo rápido. Bueno, se veía medio exótica—. ¿Un camello...? Lo que sea que se le antoje yo se lo mando. Ahora si me disculpa, no pienso perder mi vida en esta estupidez.

—¿Mi prestigio es una estupidez para ti? —una de sus manos sostuvo mi mentón con firmeza—. La gente no se equivoca, realmente eres un encanto... pero te ves aún mejor con la boca cerrada —resoplé con sorpresa y ofendida me alejé lo suficiente para que no pusiera sus viejas manos en mi cara otra vez—. A mí no me compran con dinero.

¡¿Qué a ella no la compran con dinero?! Si desde acá podía imaginarla regocijándose en todos los billetes que mi madre le había dado para que viniera acá a prácticamente hacer nada.

Además, ¿quién mierdas se creía que era?

Me dispuse a bajarla del trono que se había pintado ella sola, de un jalón, pero el monstruo se me adelantó.

—Discúlpela, suele ser un tanto imprudente —intervino y lo miré con desprecio, yo no era imprudente— ... no sé cómo pensó que una mujer como usted, tan sabia, tan bien conservada para su edad, aceptaría tal cosa... —tenía que estar bromeando, la señora parecía una momia andante— ¿está segura que no tiene unos veinte años? Porque definitivamente....

—El sexo tampoco me compra, Beck —lo cortó fríamente y él apretó sus labios al instante como signo de resignación.

Jesús, esto era el colmo, se quería follar a la momia.

—¿No puedes dejar de pensar con el pene por lo menos un día? —se me salió el comentario cargado de repulsión.

—Lo dice la que instaló cámaras para verme sin ropa a todas horas.

La sangre me hirvió lentamente y aquella furia fue subiendo de mis pies a la cabeza.

Ya quisiera que yo le hubiera dedicado esa cantidad de tiempo a él...

Definitivamente hoy lo iba a asesinar.

—¡ERES UN HIJO DE...

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