Capítulo 16

13.9K 781 563
                                    

La mañana siguiente me sentía un revoltijo de emociones.

Parecía un rompecabezas. Partes de mí querían matar a mi madre por haber contratado a la momia, otras querían matar al monstruo por haberme humillado y por mentir sobre las cámaras, pero otras querían que yo misma me decapitara.

¿Por qué putas había besado a Beck en las narices de Nico?

La primera vez había sido parte de mi plan, pero este segundo contacto labial había sido mera improvisación.

Tener a ese ser tan nauseabundo y egoísta a una corta distancia, gritando incoherencias, desbordando ira, con los ojos celestes tratando de desvanecerme... Algo en aquella situación había provocado que una fuerza invisible me incitara impulsivamente a callarlo y que perdiera el control.

No era tonta. Muy bien podría haberle cerrado la boca con una patada en las bolas, pero había elegido, voluntariamente, callarlo mezclando saliva con él.

¿Me habrían hecho un amarre?

Atemorizada tapé mi boca.

Claro que mis padres eran capaces de una atrocidad así y siendo honestos, la doctora sí que tenía facha de estar relacionada con fuerzas exteriores. ¿Qué otra cosa explicaría que a mí, Star van der Vaart, me hubiese pasado por la cabeza besar al monstruo?

Ninguna.

Hasta se me revolvía el estómago de sólo recordarlo.

Aventé el apio que Cordelia hizo que Karina me ofreciera como desayuno y me dirigí hasta el comedor dispuesta a reclamarles, sin embargo, mi intención se vio interrumpida al reconocer a una tranquila señora Varacalli disfrutando de un manjar junto con mis padres.

Bueno, arruinarles el desayuno no estaría nada mal.

Con total seguridad, di un par de pasos y me senté sobre la mesa de mármol fino sin vergüenza alguna. Los tres me observaron boquiabiertos.

—Star, bájate ahora mismo.

Me estiré para abarcar aún más espacio del mueble y le lancé una inocente sonrisa a Cordelia.

—Buenos días mamá, ¿no te alegra ver a tu hija? —jalé el plato del que estaba comiendo y me metí a la boca una de las uvas que se encontraban en él. Me reprochó en silencio—. ¿O es que sólo te gusta verme cuando se trata de cosas que involucran tu reputación?

—Pero qué dices Star, sabes que yo siempre estoy encantada de desayunar contigo, es más, ¡Ángela! —nuestra cocinera personal se asomó de inmediato—. Trae lo que te dije que le prepararas a la niña.

Ángela frunció el ceño extrañada.

—¿El apio?

Mi madre se río como si se tratara de un chiste local pero se detuvo al ver que nuestra cocinera no le seguía la corriente.

—Trae el pan francés —replicó entredientes y relajó los músculos de su cara al volver a conectar miradas con la doctora. Incliné mi cabeza ligeramente hasta la momia.

—No bromea, sólo me alimenta con apios y soy menor de edad. ¿No va eso contra la constitución? Alguien debería quitarle mi custodia a esta madre no apta antes de que me desnutra y... —inicié a susurrarle, a lo que Varacalli me escuchaba con atención, como si estuviese seriamente considerando llamarle al gobierno.

—¡Es un caso complicado! —me cortó mi mamá de golpe, antes de que pudiera dictar el número de los encargados de revisar asuntos familiares.

Novios por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora