Embarazo no deseado

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Ya te lo dije, la respuesta sigue siendo no, no tendremos hijos, Aura. -Hace un par de meses, Aura, mi novia, vivía con la idea de embarazarse. Quizá siguiendo la idea de su molesta madre sobre "madurar y ya tener una familia propia", más aquello no estaba en mis planes. Y lo peor no era eso, si no hacer entender a Aura que no la embarazaría, por muy caliente que estuviera, me cuidaría con tal de evitar un embarazo, que, para mí, seria no deseado. -

El estruendo de la puerta cerrándose abruptamente solo hacía que tocara mi cien, preguntándome por milésima vez por qué seguía con aquella molesta chica que últimamente solo me daba problemas. "El buen sexo" llegaba a mi mente, mas ahora el sexo entre ella y yo solo parecía un problema más que un gozo. Y es que allí estaba el problema, yo no amaba a Aura, nuestra "relación" era meramente carnal, por lo que la idea de atarme a ella mediante un hijo simplemente era una locura en la cual no estaba dispuesto a participar.

¿Hijo no deseado? De donde me sonara esa patética historia. -Un leal cigarrillo era lo primero que posaba en mis labios al despertar, y lo último antes de dormir. Un amigo fiel que no me abandonaba, y me llevaba más cerca de la tumba, en donde posaba todo lo que alguna vez había sido importante para mí.

¿Por qué huyes de mami, pequeño Vander? Mami solo quiere asesinarte y que así todos vivamos juntos bajo tierra. No quieres que mami vaya sola al infierno, ¿verdad? ¡Que hijo tan desagradecido! Luego de hacerme perder mi figura, mis pretendientes y mi vida, ¿ahora crees que tienes el derecho de vivir más que mami? Los niños desobedientes... ¡Deben morir!

Un despertar abrupto era normal en mis noches de pesadillas, donde el cuchillo que dormía bajo mi almohada despertaba directo en mi pecho, recordando el lugar exacto del primer puñal que había atravesado mi carne. Un suspiro y una gota de sangre me hacían despertar de la horrible pesadilla, incorporándome en la cama para, ya a sabiendas de un sueño interrumpido, tomar un cigarrillo mientras caminaba al balcón.

La luna se hacía presente en todo su esplendor, mostrando su grandeza innata y su luz inquietante a tales horas de la madrugada. Directo en mi rostro llegaba sin tapujo, iluminando la soledad de aquella fría habitación. 

Aquel que no pidió nacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora