Capítulo 7

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Natsu iba bastante sorprendido en su camino hacia la enfermería, porque ése era el único lugar al que se llegaría a través del pasillo por el que era arrastrado del brazo por Lucy. Nadie los siguió después de haber lanzado la amenaza de quemar al que se acercara. De hecho, lo máximo que los había visto moverse fue hasta la mesa donde habían dejado el libro en su trayecto antes de que Erza se lo arrebatara a los curiosos.

Sin embargo, Lucy no había abierto la boca en todo el recorrido para explicarle a qué se debía su reacción. Reconocía que no se lo esperaba. Durante varios años había pensado que él fue el último en enterarse de que estaban juntos y ahora resultaba que ella le había superado con creces en tardanza. Se suponía que era una mujer lista; debería haberse dado cuenta la primera.

Pero ahí estaban: discutiendo sobre el tema porque Lucy no quería reconocer su torpeza.

Lucy abrió la puerta de la enfermería y los metió a ambos dentro. Revisó que no hubiera nadie en el interior antes de cerrar la puerta y acorralarle contra ella.

—No sé qué te ha contado toda esa panda de chismosos —comenzó por fin—, pero las relaciones no se establecen porque te dé la gana.

—Otra vez con eso... —protestó Natsu cuando comprobó que regresaban sobre lo mismo—. Que no es porque a mí me dé la gana.

—Sí lo es cuando sólo lo sabes tú.

—No sólo lo sé yo —se defendió—. Lo sabe todo el mundo menos tú. Eso debería decirte algo —reprochó el hombre entrecerrando sus ojos.

—¡Que no es así! —le contradijo—. Los primeros en enterarse de una relación son los dos integrantes de la pareja —explicó—. ¡Nunca al revés!

—¿Y qué culpa tienen los demás de que seas tan despistada? —le recriminó para mayor asombro de ella.

A Natsu le empezaba a inquietar que se opusiera de esa forma ante la evidencia. Entendía que le picara en el orgullo ser la última en darse cuenta de su relación. Pero, aunque la fastidiara, no tenía por qué pagarlo con él.

Lucy se llevó las manos a la cara y gimió exasperada.

—Es como hablar con la pared —masculló—. Escúchame bien: no... somos... pareja —enfatizó cada palabra.

—¿Se puede saber por qué te empeñas en negar lo que es?

—Que no es que lo niegue. Es que sólo somos amigos —sentenció.

Y, en ese punto, la inquietud de Natsu pasó a ser nerviosismo, porque Lucy le habló con una contundencia que le envió escalofríos por el cuerpo. Se pasó la mano por el brazo descubierto, en un claro gesto de incomodidad.

—¿Sólo amigos? —titubeó confuso. Y cuando lo oyó en alto con su propia voz, sintió que perdía la sangre del cuerpo. Lucy estaba tan seria que empezó a agobiarle la situación, porque una idea perturbadora por fin se abrió paso en su cabeza—. ¿Estás rompiendo conmigo?

Ella resopló molesta.

—Natsu, no es tan difícil de entender —espetó—. No puedo romper contigo si no...

—¡Lucy! —la advirtió a la vez que la apresaba férreamente por los brazos—. Es una pregunta sencilla.

—¡Y su respuesta también lo sería si me escucharas de una buena vez!

Natsu negó con la cabeza. Iba por niveles y, puesto que hacía unos segundos había llegado al nerviosismo, ahora sintió que le faltaba el aire.

Iba a dejarle. Si no fuese así, habría contestado con un escueto «no». Pero estaba dando vueltas. Levy le había explicado sobre eso. Dar vueltas cuando se hablaba de la continuidad de una relación, nunca era bueno.

Lo que se da por hecho, ¿es verdad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora