Con la cabeza agachada y las orejas alzadas, el zorro escuchaba cada ruido a su alrededor con poderosa concentración, esperando la inminente visita. Podría haber aprovechado el tiempo en despejar su mente, si tan solo algo que no fuera un odio incontrolable lograra cruzar por su cabeza. La sangre de ella aun manchaba su ropa, cálida y pegajosa; y el sudor de su propio cuerpo aún escurría por su pelaje. No obstante eso no le importaba en lo más mínimo, sino la venganza que debía llevar a cabo y de la cual se veía retrasado, encerrado en ese maldito cuarto. No podía hacer nada. Aun. Cuando la puerta se abrió, el jefe de policía la cruzó; con los brazos cruzados, observó a Nick con un rostro totalmente indescifrable. Perturbador en su perfecta inexpresión, dadas las circunstancias. Dio dos pasos al interior y cerró la puerta, con un movimiento tan natural que Nick casi ni escucho el ruido de esta. -Yo no la mate...- susurró Nick Wilde apenas separando sus colmillos para hablar. Sus dedos se tensaron, en un ataque de ira reprimido mientras miraba fijamente a su visitante; con un hilo de voz, continuó-. Pero planeaba hacerlo...
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