No sé cómo iniciar. Sí, el principio suena lógico. Pero es complicado de explicar. Todo en la vida es complicado, empezando por nosotros mismos. Y creo que en eso radica el problema, el problema de no saber vivir. Creo que todo este tiempo he sido alguien ejemplar. Alguien a quien es sencillo admirar, un ser humano formidable y entero. Y quizá eso traiga consigo unos cuantos defectos naturales. No lo sé, supongo que es algo confuso todo esto. Y más para mi misma. Tal vez se me olvida quién soy. Tal vez olvido todo al ver esos ojos con heterocromía. El infinito azul de uno y el hermoso chocolate de otro. Estoy equivocada, eso lo sé. Y no hay nada en mi que me diga lo contrario. Pero es tan gustoso el placer de verla, de añorarla y de desearla. Me siento una pervertida por completo cuando miro sus largas y delicadas piernas entre abrirse distraídamente durante la clase. Una depravada por notar como el sudor hace que su ropa de deporte se ajuste a su cuerpo. Una depredadora por desear y anhelar a una chica de 17 años. Una degenerada por desear a mi alumna