Rebecca y Drew no tenían mucho en común. Dejaron de tenerlo hace años, cuando ella se hundió y él subió a la cima. Se conectaban en el gusto por las películas románticas que daban vergüenza, los dulces ácidos y las medias coloridas. Aunque eso no lo hacían en conjunto hace años. Drew era jugador estrella, alumno ejemplar y dirigente de proyectos de caridad. A Rebecca no le importaba el rendimiento académico, demasiado enfrascada en saber que no tenía futuro, y desde luego no le importaba ayudar a los demás. ¿Por qué ayudar a alguien cuando nadie la ayudo a ella cuando más lo necesitaba? Él no sabía porque ella lo odiaba. Ella no quería tener nada que ver con él ni con su entorno. » -Llora todo lo que quieras, hazlo hacia el cielo, los astros, las estrellas; no les importa, después de todo, somos tan insignificante como el polvo de ellas. -¿Quien te destruyo tanto, Rebecca? -Todos y nadie, Andrew«