Quizás debí morir ese 15 de abril de 1978. Tal vez ese era mi destino. Ahora solo habito a la nueva Ana, convivo con ella, en una nueva piel que no puedo tocar cuando veo mi rostro en el espejo. Esta es solo la piel que habito. La Polimiositis, la intrusa y la tirana. Mi enfermedad es incurable, degenerativa y progresiva en etapa avanzada que paraliza casi todos los músculos de mi cuerpo y me mantiene postrada en una cama veinte horas al día. La intrusa robo mi independencia, mi privacidad y mi trabajo. Pienso en volar mientras escucho mi canción favorita. Ana no duerme, espera el día sola en su cuarto Ana quiere jugar sobre la alfombra, toca su sombra, cuenta las luces, mira la gran ciudad. Ana no duerme...