Venetia vuelve a su hogar luego de dos años en recuperación y tras la muerte de su padre, quien ha dejado dispuesto en su testamento que ella se reintegre a la familia Brighton; sin embargo, su vuelta a casa no solo trae desprecio y discordia, también el recuerdo de sus peores pesadillas y la tentación misma enfundada en un traje perfecto y con unos ojos verdes que hipnotizan cual serpiente del Edén. Sabe que no debe mirarlo, que es prohibido, pero no puede evitarlo. Piensa en él cada día desde hace dos años; se excita con verlo, lo desea por encima de todo. Cuando cree que nada pasará en su vida, se da cuenta de lo equivocada que está al verlo en su habitación, a oscuras, masturbándose fuerte con las bragas que esa mañana dejó en el cesto de ropa sucia; musitando su nombre en medio de gemidos. Desde esa noche, Venetia, supo que acabaría adentrándose en el peligroso, pecaminoso y prohibido infierno de ese hombre.