Capítulo 3

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«Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal,* pero si por mi obra cayera en el infierno, no enviéis la luz, porque es en las sombras donde moran las mejores historias, es ahí donde se peca hasta que el diablo se ofenda...

«Y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal,* pero si por mi obra cayera en el infierno, no enviéis la luz, porque es en las sombras donde moran las mejores historias, es ahí donde se peca hasta que el diablo se ofenda

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La vi correr rápidamente al verme y a sabiendas de que iba a meterse a toda prisa a su cuarto, me apresuré a alcanzarla. Lo logré antes de que llegara a su habitación, la tomé de la cintura y empujé la puerta de su cuarto para adentrarme con ella, no sin antes mirar a un lado donde una de las mucamas, de las más leales a Ginebra, se detuvo con los ojos muy abiertos al notar que la tenía abrazada por la cintura y que la guiaba para entrar en la recámara. Me adentré en la estancia y la solté antes de que ella retrocediera rápidamente.

—¿Qué se supone que haces? —preguntó mientras yo sonreía divertido al verla completamente nerviosa y me acercaba lentamente—. No quiero hablar contigo. Vete de aquí, alguien puede venir, ya nos vio Rose.

—¿Y? —cuestioné acercándome lentamente, hasta acorralarla contra la pared—. Rose no dirá nada, ya me encargaré de eso, no debes preocuparte.

—Vete de aquí, lo que hicimos está mal —agregó y sonreí al verla tan asustada—. Ginebra no merece esto y no haré más nada que la destruya. Vete por favor, no me hagas esto.

—No te preocupes, no sabrá nada, también me encargaré de eso —declaré con toda la seguridad que ella necesitaba y con toda la confianza que me caracterizaba—. No lo sabrá, yo no le diré nada, tú no le dirás y el único que sabe es Dios, pero según sé, no es ningún boca suelta. ¿Cuál es el problema entonces?

—Eres el colmo del descaro —farfulló muy molesta y nerviosa—. Yo tengo la culpa por ser una estúpida, pero tú vas más allá de eso, no piensas en nada que no sea satisfacerte, eres un cínico desgraciado. ¿Cómo puedes hacerle esto a mi hermana? Peor aún, ¿cómo puedes hacerlo con la sangre tan fría? ¿No la quieres? ¿Es que acaso eres un hombre que no tiene suficiente con ella? ¿No se supone que los hombres mujeriegos cambian cuando están enamorados?

—Primero debo dejarte claro tres cosas, la primera de ellas es que un hombre infiel es infiel siempre. No lo cambia nada, ni una mujer, ni un regaño, ni un amor, ni brujería, ni nada —admití con una sinceridad lastimosa—. Los hombres somos como perros y qué crees, los perros nacen perros y mueren siendo perros. Que eso no se te olvide nunca y si quieres un buen consejo, lo mejor es que cuando inicies una relación con quien sea, leas las letras pequeñas. No cometas estupideces. Como dije, aquí todo salimos ganando, tú obtienes algo, yo también y Ginebra no se enterará.

—¿Tú crees que no se dio cuenta? —inquirió furiosa al tiempo que se acercaba hasta mí para empujarme y apartarme de su cuerpo—. Ginebra no es tonta y no sé la razón por la que no dijo nada pero la realidad es que va a...

—No hará nada, ya te fije que no te preocupes aunque me da la impresión de que conoces muy poco a tu propia familia, lo que es lamentable pero no soy quién para meterme en esos asuntos —declaré con arrogancia—. No hará nada porque no se arriesgará a salir perdiendo, no te preocupes por eso, niña. Ginebra sabe perfectamente que solo debe mirar, oír y callar.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2022 ⏰

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