Capítulo 2

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«Porque la paga del pecado es la muerte»,* y bien vale morir si es el pecado quien concede el acceso al Paraíso...

BJORN

La noche estaba siendo una mierda, la estúpida fiesta me estaba poniendo de peor humor. Me empezaba a asfixiar con toda esa gente dando sermones acerca de lo que era la institución del matrimonio y lo que debía esperar de este.

Odiaba tener que convivir con la familia de Ginebra, eran verdaderamente insoportables. Empezando por la encimosa de su hermana mayor, Francia, era la solterona que quería controlarlo todo, incluso a mí; seguida de la metiche de su madre, esa mujer hablaba y hablaba y solía ser tan interesada que más de una vez se vio pidiéndome que llevara a trabajar conmigo a Ginebra; el viejo fue amable pero me daba igual y no hablé mucho con él. Venetia era la única persona que me caía bien de los Brighton, además de mi novia claro, y desde hacía dos años no la veía, cuando se fue a estudiar fuera, hasta ese momento, cuando decidió volver, aunque me intrigaban sus motivos.

Ginebra y yo teníamos una relación buena, era algo intensa como persona, pero en general, la relación era buena y también el sexo. En un principio la propuesta de matrimonio se dio por un error pero después simplemente lo acepté y no fue tan mal.

Recordé la forma en que todo se dio y el malentendido que me llevó a comprometerme.

«—¿Me llamas? —preguntó la castaña mientras me miraba y se levantaba de la cama enseñando toda su desnudes—. Te dejaré mi tarjeta.

Buscó entre sus cosas y sacó el pequeño rectángulo opalino y lo colocó en el bolsillo de mi chaqueta.

—Por supuesto —mentí y ella sonrió de forma cínica, a sabiendas de que no lo haría pero fingiendo inocencia—. Tal vez nos volvamos a ver.

La había conocido en la fiesta de Melbourne, era amiga de un conocido de él y terminé follando toda la noche con ella, al final con toda el desastre y el placer, olvidé la reunión con Ginebra para ver una tontería de su trabajo, quería que la ayudara a evaluar una inversión que haría».

Aún podía recordar el final, estaba tan relajado después de coger con la castaña que ni siquiera me acordé de Ginebra hasta que ella me llamó para preguntarme dónde estaba y sin ir a mi departamento tuve que reunirme en la casa de los Brighton con mi novia y el hombre que buscaba asociarse.

Las cosas se pusieron mal, como era de esperarse no llegué a tiempo y el tipo se había ido. Ginebra se lanzó un discurso y un drama que me dio tanta flojera que me enfadé también y terminé por echarme sobre el sofá dejando la chaqueta a un lado. Esa misma que Ginebra encontró y revisó creyendo que ocultaba algo, por supuesto pensó que la engañaba, no es que fuera mentira pero la realidad fue que no recordé la tarjeta hasta que ella la tomó y en lugar de estallar en furia, gritó eufórica y se lanzó sobre mí para darme besos.

Gritó tan fuerte que me asustó y cuando empezó a pedir el anillo no entendí de qué carajos hablaba hasta que vi la tarjeta. La mujer con la que me había revolcado la noche anterior era planeadora de bodas y me dejó su tarjeta de trabajo para que le llamara, así que Ginebra creyó que había consultado los servicios de la mujer porque quería casarme con ella.

No intentaré describir la cantidad de maldiciones que solté mentalmente, pero la realidad fue que en ese momento solo fingí que era cierto y que realmente quería la boda de ensueño que ella deseaba, pensé que me ahorraría el drama y semanas después conseguiría liberarme de una u otra forma. Lo alargué cuanto pude y finalmente decidí que tener una esposa no podía ser tan malo. Así que tomé la decisión de continuar con eso y casarme.

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