Prólogo: Recuerdo muy bien esas luces, como se acercaron a mí rápidamente y me destruyeron sin poder siquiera reaccionar para defenderme. No podía moverme, pero podía ver el cielo que tenía de frente, sentía una especie de carga sobre mi cuerpo: dolor. El cielo era una especie de consuelo para lo que sentía... era un azul marino que anunciaba la despedida del día... y me despedía a mí. Sabía que no lo lograría... empecé a sentir una angustia inmensa y posteriormente una fuerza, que se acercaba a mí y me hacía tranquilizarme. El azul del cielo se fundió con mí dolor y ambos desaparecieron.